Una veintena de escritores británicos da consejos a autores noveles y la recopilación de sus testimonios se publica… como un álbum con dos discos compactos. La edición ha corrido a cargo de la Biblioteca Británica y cuenta con el testimonio de Ian McEwan, acompañado por otros autores menos célebres entre nosotros.
La verdad, me cuesta entenderlo. Ya sé que escuchar las voces de esos escritores que tanto nos gustan tiene su atractivo, pero pienso que lo más importante de esa colección es el contenido de sus experiencias y los consejos que pueden aportar a los jóvenes, más allá del tono en que lo dicen o su timbre de voz. Y entiendo que eso tiene una salida mejor como texto escrito: impreso en forma de libro o colgado en una web.
Eso es así salvo que los responsables de la edición de ese trabajo piensen que van a llegar mejor a sus destinatarios en ese formato de audio porque a estos no les gusta leer. Si esa es la explicación, empiezo a preocuparme. Porque si los aspirantes a escritores, o escritores ya, no leen, ¿quién lo va a hacer? Siempre he creído que los profesionales de la escritura, o quienes aspiran a serlo, leían mucho, aunque sus gustos resultaran a veces muy distintos de los de un buen lector convencional.
Por eso, la decisión de la Biblioteca Británica se me hace extraña. ¿Enseñar a escribir y aconsejar sobre la materia renunciando al texto escrito? Raro, muy raro.