Seguimos con la serie de obras musicales que nos conducen desde su mismo título a un lugar. En este caso, lo hace mediante una obra pictórica, dado que se trata de una referencia a un cuadro de Viktor Hartman, un pintor que, de no ser por la obra de Músorgski, seguramente hoy estaría olvidado, al menos fuera de Rusia.

Pero resulta que Músorgski era un gran amigo de Hartman (que murió muy joven, antes de cumplir los 40) y escribió una de sus mejores obras para ilustrar la exposición de este. La obra original fue escrita para piano, y luego tuvo numerosas versiones para orquesta, pequeña orquesta, piano y orquesta, distintos instrumentos, incluso las hay para órgano, armónica de cristal, trash metal… La más célebre de todas ellas sin duda es la versión orquestal de Ravel, que se interpreta mucho más que la versión original.

Les dejó la original, en la interpretación de Khatia Buniatishvili (aporto una noticia más propia de la prensa del corazón pero viene a cuento: la pianista fue madre hace unas pocas semanas), tan contrastada como suele ser habitual en ella. Por cierto, La gran puerta de Kiev es justo el número final de la obra. Disfruten.