Alejo Carpentier fue un autor cubano, nacido en Suiza, hijo de un arquitecto francés y una profesora de origen ruso. Escritor, periodista, musicólogo, arquitecto frustrado, fue un personaje cosmopolita que se inició en la literatura y la música en casa, con sus padres. Lector empedernido desde muy pequeño, pianista aceptable en sus propias palabras, se interesó también por la política y en su madurez ocupó cargos relevantes en los gobiernos de Fidel Castro. Fue director de la Editora Nacional, que incluía múltiples entidades, y agregado cultural en la Embajada en París.
Carpentier creó el concepto de lo ‘real maravilloso’ que viene a ser una variante –aunque cronológicamente anterior– del ‘realismo mágico’. Se trata de una fascinación por la cultural popular, que conoció en sus muchos viajes por el medio rural tanto en Cuba como en el continente. Algunas de sus novelas están muy marcadas por eso, como Ecue-Yamba-O, El reino de este mundo y Los pasos perdidos.
Lo más singular de la obra de este autor –desgraciadamente poco leído en nuestros días– es su prodigioso dominio del idioma y del ritmo, de la sonoridad creada con los textos. La novela que propongo es El siglo de las luces, escrita a finales de los cincuenta pero no publicada hasta 1962. Se trata de la relación entre tres muchachos huérfanos, hijos de buena familia (Carlos y Sofía, hermanos, y su primo Esteban), residentes en La Habana, que conocen a un francés, Víctor, que les va a llevar las ideas de la Revolución que acaba de tener lugar en su país. Y con ellas, lo que la simboliza: la guillotina.
La lectura de El siglo de las luces requiere un esfuerzo:son frases larguísimas (a veces, dos y tres páginas), repletas de imágenes de una sensualidad desbordante sostenida en olores, colores y sabores. El premio es un goce intelectual que pocas veces se alcanza. Esta novela es una de las grandes obras en castellano del siglo XX. No hace falta decir más.
(Publicado en elcorreo.com)