Me sorprende que David Bowie haya cumplido hoy 60 años. Entiéndanme, no es que piense que existen privilegiados para los que el tiempo no pasa, sino que este individuo ha conseguido que nos creamos que está al margen de la corriente vital que ha convertido a su colega Paul McCartney, por poner un ejemplo respetabilísimo, en un venerable abuelete a nuestros ojos. Apenas cuatro años de más separan al segundo del primero, pero por alguna razón no nos cuesta imaginar al amigo beatle cultivando orquídeas en su jardín, mientras adivinamos siempre al primero enredando con el productor del año o experimentando -Dios nos valga- con el trance progresivo.
Supongo que éste es uno de los efectos de una carrera musical llevada con inteligencia y en la que el talento se ha mezclado con una desenfadada capacidad de fagocitar lo que sea que esté de moda en cada momento. Bueno, y también debe ser efecto de un gran estilista.
En fin, que toda esta monserga viene a cuento porque para algunos evadidos -y para sus ex novias- Bowie es alguien a tener en cuenta. Supongo que no hace falta justificarlo, ahí está una discografía que hasta en lo malo resulta interesante. ¿Una recomendación? Muy personal: ‘David Live’.
Así que felicidades, señor duque.
Coda pseudo arcadiana:
-Arrieta, confiese que su único contacto real con la música de Bowie es la versión que hizo el hooligan ese de Iron Maiden de ‘All The Young Dudes’.
-Se equivoca usted, caballero. Aunque debo decir que aprecio esa versión, sobre todo por el impagable videoclip que la ilustraba.
-¿A qué se refiere?
-A que salía un submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial. Repito, ¡un submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial! Qué grandes son los heavys. That’s my tribe!