Espero que hayan digerido ya las corderadas y las mariscadas, los kilos y las toxinas de más, las sobras de turrón y mazapán, las reuniones familiares y los regalos inútiles. Cuando era más joven, me asombraba que mis padres y los adultos en general se alegrasen de la vuelta a la normalidad tras las fiestas, pero estoy descubriendo en mí esa misma sensación de alivio y un repentino amor por las verduras. Son buenas las verduras, pruébenlas: ahora mismo tengo una esforzada brigada de alcachofas y berenjenas barriendo mi aparato digestivo, que imagino tan guarro y pegajoso como mi calle después de que los vecinos hayan arrojado desde el balcón serpentinas, confeti y cava del Lidl.
Aquí tienen una última oportunidad para ponerse al día con la música de 2006, siquiera sea de forma póstuma, en un enlace dedicado a mis queridísimos compañeros de blog y su evasión de listas. A mí, las navidades me han servido para tener un poco de contacto retrasado con la música comercial del año, omnipresente en galas y baretos, y la verdad es que me ha parecido mejor que otras veces: ¿no les gusta, por ejemplo, ‘Ni una sola palabra’ de Paulina Rubio? Yo no he parado de cantarla desde que la escuché cuatro o cinco veces en Nochevieja, y me parece la prueba de que se puede hacer música para las masas sin mutar en Kike Santander. Y, antes de que impriman carteles de wanted con mi jeta, les confesaré que el enganche con la Colatera (Dios, vaya web terrorífica) no es lo peor: también me gusta ‘Si yo te digo ven’, de Maita Vende Ca, arquetipo de buenrollismo palmero. De todas formas, lo mismo esto es efecto de las toxinas navideñas y se me pasa con la dieta verde y un poco de black metal depurativo.