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César Coca

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El arte, el espectáculo y la sangre

El personaje de moda estos días es José Tomás. Contemplo los toros literalmente desde la barrera; es decir, sin afición alguna y sólo con una cierta curiosidad sociológica. Y es eso lo que me lleva a pensar que el interés que suscitan las corridas de este diestro está generado por lo que parece calidad innegable de sus faenas, pero también –y quizá especialmente– porque en cada tarde se sitúa al borde mismo del drama.

Hace unas semanas, el escritor austriaco Josef Winkler decía en una entrevista a EL CORREO (el cuerpo principal de la entrevista puede encontrarse aquí) que creía que buena parte de los espectadores de las plazas de toros o de la Fórmula 1 –eran los ejemplos que citaba– asisten a la corrida o la competición pensando que quizá presencien una cogida o un choque, y eso da interés especial al espectáculo.

Estoy seguro de que es así. Si José Tomás no se arrimara tanto –a veces casi como un suicida– a los toros, las entradas no cotizarían en el mercado negro a más de 3.000 euros, como el pasado domingo en Madrid. Otra cosa es que me parezca que pagar 3.000 euros por una entrada para los toros es un disparate propio de gente que tiene demasiado dinero y a la que le cuesta muy poco, o nada, ganarlo. Pero al margen de esa consideración estoy convencido de que es la combinación de arte, espectáculo y sangre lo que eleva el interés. Y eso ya no sé si llamarlo sencillamente morbo.