Sigue habiendo saturación de temas de los que hablar. Entenderán ustedes que no me apetezca nada escribir de lo nuestro, de la bomba en este periódico, y de la indignación que producen ciertas reacciones. Alguna cualificada compañera ya lo ha hecho.
Así que voy a cambiar el registro y va una de humor. Seguramente ya lo habrán oído: la nueva ministra de Igualdad se despachó ayer en su primera intervención parlamentaria de relieve hablando de “miembros y miembras” de la comisión y refiriéndose al “Consejo de Ministros y Ministras”. Olé, olé, olé. ¿Por qué, además de jurar o prometer la Constitución, a los ministros no se les exige una cierta dignidad en la defensa del castellano, que encima es un activo económico extraordinario?
Siempre he sospechado de aquellas personas que dicen ser adalides de la igualdad y lo primero que hacen en favor de la misma es decir «ciudadanos y ciudadanas». Normalmente es que no tienen previsto hacer nada más. Es como cierta institución dedicada también a la defensa de esa igualdad, que cuando un líder político conocido por su afición a los exabruptos dijo de una dirigente de otro partido que tenía aspecto de interina (empleada doméstica, no empleada pública pendiente de aprobar una oposición) calló de forma vergonzosa, porque el primero era de la misma fuerza política que quienes habían nombrado a la dirección. Sólo deseo a la ministra Aído que lo haga mejor que en esta intervención. Por si nos lee, coloco aquí el enlace a la página de la RAE donde se explica que el plural masculino ejerce de genérico en castellano, como en otras lenguas, por cierto. Y un artículo de Pérez-Reverte, académico de número, que ya ha escrito sobre la cuestión y que puede que vuelva sobre ella, a la vista de cómo está el patio, Serapio.