Por supuesto, no acerté. Me refiero al Nobel de Literatura, claro. Hace poco más de media hora que la Academia Sueca acaba de anunciar que el galardonado este año ha sido el dramaturgo, poeta y guionista británico Harold Pinter. Me queda el consuelo de que no estaba en ninguna quiniela, por larga que fuera.
Tras el dasatino del año pasado, criticado incluso por uno de los miembros de la Academia, parecía que este año el premio debía ir a parar a un nombre indiscutible, para frenar el deterioro de prestigio sufrido.
Ahí comienzan las dudas. Pinter, líder principal de los ‘jóvenes airados’, conocido activista político, es autor de un puñado de buenas obras teatrales (La fiesta de cumpleaños, Regreso a casa, Viejos tiempos…), algunos poemas y guiones cinematográficos notables (como los de Los sirvientes y La mujer del teniente francés, por ejemplo).
Pero, ¿es su literatura comparable en calidad a la de Philip Roth, Ismail Kadaré, Joyce Carol Oates, Salman Rushdie, Margaret Atwood o Mario Vargas Llosa, por citar sólo autores muy conocidos en Occidente y candidatos sempiternos al premio? Habrá quien piense incluso que el sirio-libanés Adonis, favorito en alguna casa de apuestas británica, es más importante para la cultura árabe que Pinter para la anglosajona.
La Academia ha justificado el premio por “sus obras, en las que descubre el precipicio en los balbuceos cotidianos y las fuerzas que entran en la opresión de los espacios cerrados” (por favor, que alguien me lo aclare: ¿quién escribe estos textos de presentación de los Nobel?). Me temo que esta vez ha optado por un nombre popular antes que por la calidad. Pero claro, afortunadamente no hay criterios universales en el mundo de la cultura, de manera que estoy seguro de que habrá quien piense que es un premio muy acertado. Una opinión muy respetable, por supuesto.