Entran las fiestas de Bilbao en su tramo final y más multitudinario y pensando en lo que es hoy esta ciudad reparo en que a lo largo del año se han publicado unos cuantos libros de muy buena factura que tienen a la Villa como escenario. Incluso como algo más que un simple lienzo en el que se dibuja la acción, porque su protagonismo no es pequeño.

Las ciudades se convierten en escenarios literarios cuando alcanzan un cierto desarrollo, cuando hay una riqueza de personajes y de lugares que permiten la construcción de una trama. O cuando están en el centro de episodios históricos de enorme relevancia. Esa es la razón de que tantos libros que hemos leído estén ambientados en París, Londres, Moscú, Berlín o Nueva York.
El despegue de Bilbao como ciudad literaria tiene lugar en la última parte del siglo XIX, cuando la Villa salta la ría y crece por Abando; cuando el dinero procedente de la explotación de las minas primero y la siderurgia después, unido a la existencia de un sector financiero pujante, permite el crecimiento y el ornato de sus calles y barrios. También va a dar lugar a una división entre las clases mucho más marcada y a enfrentamientos entre ellas.

Quizá sea Unamuno, con ‘Recuerdos de niñez y mocedad’ y ‘Paz en la guerra’, quien sitúa a Bilbao en el mapa literario. Después han sido otros muchos, como Zunzunegui, y ahora hay también un puñado de escritores que, desde ángulos bien distintos, retratan la ciudad en sus novelas: de Juan Bas a Pedro Ugarte, desde Esther Zorrozua a José Javier Abásolo, y recientemente y situando sus novelas justo en los mismos años, de Félix G. Modroño a Gonzalo Garrido.

Lo cierto es que Bilbao, ya sea como escenario de novela negra (esa ciudad gris, dura, con episodios de terrorismo, con barrios marginales y la droga alimentando la máquina, como en la transición) o como ciudad más apta para la comedia sofisticada, como ahora mismo, tiene una potencia literaria muy grande.