Quizá ustedes lo hayan visto. Hablo del flahsmob de la Orquesta Sinfónica de Bilbao en el metro de esta ciudad, por iniciativa de EL CORREO. En el reportaje que publiqué el domingo ya contaba cómo surgió la idea y la estupenda acogida que tuvo por parte de la BOS y el Metro, así que no insistiré en ello. Solo volveré a dar las gracias por su magnífica respuesta a nuestra idea. Y me alegro mucho de que el resultado haya sido de su agrado. Detrás de un vídeo de algo menos de cinco minutos había, como pueden imaginar, muchas horas de trabajo, una planificación muy seria, dosis elevadas de entusiasmo y mucho talento. En los músicos y en el equipo técnico que lo realizó.
No había detrás de esa iniciativa ningún afán comercial ni ningún intento de obtener un beneficio económico de ningún tipo. Solo se trataba de promocionar la música en general y a la BOS en particular y todo ello en un escenario de modernidad del que nos sentimos orgullosos todos los bilbaínos, como es el Metro. Ello suponía además sacar la música clásica a la calle, dar la oportunidad a unos viajeros no advertidos (solo se avisaba en el mismo andén de que en el convoy en el que estaban a punto de subirse se iba a grabar un vídeo musical, sin especificar más) de acercarse a la clásica, de ver a los instrumentistas de cerca, muy de cerca…
Algunas personas nos han hecho llegar comentarios a través de la web. En su gran mayoría, son positivos. Personas a las que ha encantado la iniciativa, que sienten no haber estado allí, que aprecian que la clásica salga del gueto en el que entre todos la hemos metido. Otros matizan la información, con datos sobre cómo fue la muerte de Ravel, por ejemplo. Muchas gracias a todos. Conocía algunos datos, otros no.
Otras personas hacían preguntas. Por ejemplo, por qué el sonido no es el real de la interpretación en el Metro. Les voy a contar algo: lo grabamos… y el resultado era imposible. Una mezcla de ruidos mecánicos, puertas, frenos, megafonía, conversaciones, gritos de niños…, que ahogaba por completo un sonido tan suave y melodioso como el de la flauta y el fagot, acompañados por las cuerdas en pizzicato. También pensamos añadir sonido real del metro al grabado en la sala de ensayos, reduciendo su volumen, pero el resultado, aun siendo aceptable desde el punto de vista musical, sonaba muy falso, muy arreglado, así que decidimos prescindir del sonido real, que por otra parte es como está el vídeo del flashmob del metro de Copenhague, que estudiamos en todos sus detalles, por tratarse de uno de los poquísimos precedentes que hemos podido hallar de algo similar.
Porque, contra lo que algunos dicen, EL CORREO no ocultó que había precedentes. En el recuadro que acompañaba al texto principal se cita expresamente el caso de Copenhague. Ni creo que tampoco, como decían otros, esté mal empleada la palabra ‘insólito’ para calificar el experimento. Insólito es distinto de inédito. Insólito es algo raro, desacostumbrado. Y me gustaría que quienes acusaban al autor del texto, es decir, a mí, de exagerar con lo de insólito, me contaran cuántas experiencias de este tipo (músicos clásicos tocando en un tren en marcha) conocen que se hayan producido en un radio de digamos 500-1.000 kilómetros.
Otros aseguran que prefieren el silencio del Metro y no les gusta que nadie lo interrumpa. Alguien que se autodefine como melómano sostiene que prefiere escuchar su propia música con auriculares. En fin, del silencio habitual del Metro no hablaré porque creo que solo existe para los sordos. Y creo que no conozco personalmente a ningún melómano que prefiera la música enlatada al directo. Sin olvidar que hasta no hace tanto tiempo la música era un acto social en el sentido de que solo se podía escuchar en conciertos públicos. Qué mal lo hubiese pasado este melómano en esos años.
Una cuestión menor: a quienes se extrañan de que en la foto de portada de EL CORREO apareciera un viajero con un ejemplar de este periódico en la mano, una aclaración. No era un elemento de atrezzo, pero imagino que nadie pensará que ningún medio que organiza algo así va a publicar la foto de alguien con un diario de la competencia.
De los que voy a hablar poco es de quienes envían a los músicos a tocar a Artxanda o dicen que si se quiere difundir la cultura lo que deben hacer es dar conciertos gratis. Solo les diré que la BOS ha dado muchísimos conciertos gratis, en el Euskalduna y en otros lugares. Y también les confieso que siento un enorme alivio de que la difusión cultural no esté en manos de quienes aseguran que es un incordio tener a unos estupendos músicos profesionales tocando en vivo a dos metros de ti.
Un último comentario, aunque sé que me va a causar problemas: hay personas que han aprovechado la posibilidad de hacer anotaciones a la noticia y el vídeo para descalificar (cuando no insultar) al periódico, a los músicos y a la cultura en general, por supuesto cargados de argumentos ‘profundos’. No entraré en detalles para no hacerles publicidad. Solo les dejo un pensamiento de Joseph Pulitzer, uno de los nombres sagrados del periodismo: “La única profesión para la que no se necesita ninguna clase de formación es la de idiota”. Pues eso.