Es curioso, muy curioso, lo que ha pasado con las orquestas vascas. Como saben, sus directores titulares terminaron sus contratos el pasado junio. La BOS sustituyó a Juanjo Mena con Gunther Neuhold, y la OSE a Gilbert Varga y Cristian Mandeal, con Andrés Orozco-Estrada y Andréi Boreiko, como principal invitado.
Pues bien, lo llamativo es que la BOS, que durante nueve años tuvo un director joven, ha elegido un veterano para llevar adelante su proyecto, mientras que la OSE, que apostó hace una década larga por la veteranía de Varga y Venzago (luego sustituido por Mandeal), ha optado ahora por la juventud de Orozco-Estrada y Boreiko.
Supongo que es casualidad, pero es como si cada una de ellas se hubiera fijado en los últimos años de la otra para elegir. La OSE se decanta por la juventud, como si envidiara el empuje de Mena al frente de sus colegas de Bilbao. La BOS por la madurez, como si pensara que el poso dejado por un director de cincuenta o más años aporta cosas muy relevantes a una orquesta.
Ambas cosas son importantes: el empuje y el poso, el deseo de comerse el mundo y la experiencia de quien ha hecho mucha música por todo el planeta. Lo difícil es combinarlas. Quizá por esa dificultad conviene a una orquesta que una etapa de veteranía suceda a otra de juventud, y viceversa.