Se lo acabo de oír a una lúcida compañera de la radio: “Yo veo por
televisión todas las galas de este tipo que se hacen en Francia,
Alemania, etc. Son todas iguales. Un desfile de trapitos excesivamente
largo”. Se refería, claro está, a los Goya. Ha sido el tema preferido de la cultureta esta semana. Qué horror. Qué aburrimiento. Parecía que los Goya eran una cuestión de Estado. Que si son aburridos, pues se apaga la tele y punto.
Que si son largos, pues ves los primeros y luego te enteras por el
periódico, que es lo que ha hecho todo el mundo. ¿Por qué
dramatizar? ¿Por qué el cine español es tan importante? O, como
preguntaría el maestro Foucault: ¿Para quién son importantes los Goya? ¿Quién dice y desde dónde se dice que los Goyas son importantes? ?Quién decide que lo son? ¿Por qué de poco quitan la filosofía del bachilerato y nadie dice ni pío?
Goya, lo demás, ¿qué más da? Supongo que los únicos interesados
son los que tienen tajada en el asunto. Los demás, que no nos quitan
nuestro derecho a bostezar lo pasar olímpicamente de unos premios con
un aire institucional sin que lo convoquen las instituciones, y con
unos misteriosos mecanismos de deliberación que tampoco los hacen una
maravilla democrática.