¿Quedarse a 12 metros de la cumbre es alcanzar la cima de una montaña? El debate está servido. Y es que eso es exactamente lo que le pasó al asturiano Jorge Egocheaga, único alpinista que ha hecho cumbre ¿o no? este verano en el K2, con sus 8.611 metros, la segunda montaña más alta del planeta. Y el ochomil más difícil según la mayoría de los alpinistas.
Jorge asombró a todos el pasado julio con una ascensión en solitario meteórica al K2, seña de identidad de casi todas sus ascensiones. Después, apenas dio explicaciones, como suele hacer siempre. El asturiano tiene una filosofía de vida muy singular. Es un asceta de las montañas. Viaja prácticamente sin patrocinadores y apenas hace publicidad de sus logros, de los que casi no da detalles porque considera que esas actividades son estrictamente personales.
Pero hace unos días la web www.mounteverest.net logró hablar con él y Jorge aportó algunos detalles de su ascensión. El más significativo es que reveló que se quedó “exactamente a 12 metros de distancia del punto más alto”. El motivo fue que “la cumbre estaba cubierta por una placa de nieve hueca que hizo un peligroso crujido cuando entré en ella por lo que no me atreví a seguir”, según explicó. “Tomé una foto, registré la altura en mi GPS, y tomé nota de la hora. Eran las 7.44 am. Yo había salido de C3 a las 9.30 pm.”
Para el asturiano, “he hecho cima, porque desde mi punto de vista realmente lo he logrado. De acuerdo con mis consideraciones personales, los últimos 12 metros no significan ninguna diferencia respecto a la cima”. Y sobre si su ascensión computará o no en las estadísticas de cumbres, él tiene la conciencia tranquila: “Que hagan lo que consideren correcto”. Fiel a su filosofía, Jorge considera que ha hecho cumbre y lo que piensen los demás no le importa.
Y efectivamente, el debate puede estar ahí. El alpinista aragonés Carlos Pauner los explica claramente después de no dudar en absoluto de las palabras de Egocheaga: “Jorge es uno de los escaladores más fuertes que hay actualmente y es perfectamente capaz de escalar el K2 en cualquier condición”, afirma. “No tengo ninguna razón para dudar de él. Si él dice que se detuvo a 12 metros de la cima, le creo.”
Sin embargo, Pauner matiza entre lo que es una consideración personal de la cima y lo que marcan las estadisticas, cuando, como es su caso, persigue completar los catorce ochomiles. Y cuenta como ejemplo su caso: “Desde un punto de vista personal, yo podría estar de acuerdo en que hizo cumbre. Y los que llevan las estadísticas tomarán su propia decisión. Yo conozco esa sensación, ya que en el Broad Peak me quedé a unos pocos metros de la cumbre y aunque tuve la sensación de haber hecho cumbre la repetí para evitar polémicas en las estadísticas. Así que Jorge tendrá que hacer su elección, dependiendo de lo que dictan los encargados de las estadísticas a partir de los testimonios y las fotografías que existan”.
Y es que ahí puede estar el quid de la cuestión. En la diferencia entre la sensación personal de haber hecho cumbre y lo que marcan los cánones establecidos para las estadísticas. Quizá las palabras del malogrado Iñaki Ochoa de Olza, con el que precisamente Jorge logró varios ochomiles, pronunciadas no mucho antes de morir, aporten luz a estos matices: “La cumbre de una montaña es el punto en el que todo baja en todas las direcciones”.
En realidad, el debate no es nuevo. Hace años, cuando la carrera de los ochomiles se vio envuelta en la polémica por las cumbres ‘fantasmas’ de varios de sus aspirantes, los primeros conquistadores de Los Catorce (Messner, Loretan, Carsolio, Wielicki, Oiarzabal…) se pusieron de acuerdo en un aspecto: “La cumbre de una montaña es su punto más alto”. Sin matices. Y llegar hasta ese lugar es la condición para dar por ascendida un montaña si se quiere que compute para las estadísticas oficiales. Salvo en el Kangchenjunga, donde su condición de montaña sagrada para los sherpas prohibe pisar la cima, y los alpinistas se quedan unos pocos metros por debajo, siempre, por supuesto, dentro de la pequeña loma cimera.
Foto: Jorge Egocheaga con el K2 al fondo (cortesía del blog de Javier Feito )