Tenía intención de escribir un post sobre los restos de Cervantes y su presunta identificación. Todavía estoy preguntándome si el resultado, esa alta probabilidad de que los huesos del nicho pertenezcan al esqueleto del hombre que escribió el Quijote, ha merecido tanto revuelo y tanto gasto. A la vista de los minutos de telediario –aquí y fuera– y de las páginas de periódico –aquí y fuera, también–, se diría que sí. Pero no estoy seguro, porque no creo que aporte nada a su figura ni a su obra, ni que aumente la lectura de esta. Pondré un ejemplo muy conocido: ¿resta algún valor, algún mérito, alguna celebridad a Mozart que esté enterrado en una fosa común? ¿Se escucharía más (aún) su música si mañana aparecieran sus restos? Vamos, que creo que para este viaje no hacían falta alforjas. Ni merecía la pena el viaje. Habría sido mejor emplear ese dinero en una campaña de fomento de la lectura, pero eso no habría permitido salir en la foto a la alcaldesa de Madrid. Y no solo a ella.
Dicho lo cual, me centraré en el tema que quiero comentar. Se trata de la reacción de Jorge Javier Vázquez a las críticas que el pasado sábado hizo Arturo Pérez-Reverte de su programa, Sálvame. En una entrevista televisiva, el escritor dijo que el pueblo español es «cerril y prefiere Sálvame a Salvados. Quien es analfabeto hoy es porque quiere, quien ve Sálvame en vez de Salvados es porque quiere, nadie le obliga, ahora es voluntario».
A Jorge Javier Vázquez no le ha gustado nada y ha dicho con tono despectivo que si la crítica la hubiese hecho Marcel Proust, todavía, pero que quién es Pérez-Reverte. Hasta aquí, un duelo de espadas –Jorge Javier, como Pérez-Reverte te conteste, ya puedes ir buscando un refugio antinuclear– en el que no pienso meterme. Ambos son muy dueños de batirse al sol. O a la sombra.
Pero es que Vázquez ha dicho que Sálvame es como una novela de Pérez Galdós con el lenguaje del siglo XXI. Y verán, llegados a este punto, es seguro que el escritor canario se habrá removido en su tumba pero no podrá contestar al director de ese gran programa que deberíamos ver todos. ¿Sálvame como Pérez Galdós?
Qué quieren que les diga. Creo que Jorge Javier se ha quedado corto. ¿Quién fue Pérez Galdós? Podía haberse tirado un largo y haber dicho que Sálvame es como Tolstói, y que los amores de Belén Esteban son como los de Anna Karenina, solo que en vez de arrojarse al paso del tren se ha hecho la cirugía plástica. O podría haberse puesto más francés, y asegurar que sus tertulianos son como algunos personajes de Los miserables. O que Yola Berrocal es la versión moderna de Esmeralda. Por qué no.
Permítanme parafrasear el título de un extraordinario relato de Manuel Vicent: Jorge Javier, no pongas tus manos sobre Pérez Galdós.