Hubo un tiempo ya lejano en el que TVE emitía películas clásicas que organizaba en ciclos. Aquello era una verdadera escuela, no de hacer cine sino de aprender a verlo, porque los ciclos tenían una notable coherencia: por género, director, temática, intérpretes… Allí, los de mi generación vimos muchas películas desde los inicios del sonoro (y aún antes, me acuerdo de que muchos sábados daban series completas de filmes de Chaplin) hasta el arranque de los años sesenta. Eso incluía el mejor cine negro americano, los grandes musicales, un lote enorme de westerns, los filmes de la época dorada de Hitchcock, las comedias vitriólicas de Billy Wilder y las elegantes y sofisticadas de Stanley Donen, los dramas de Douglas Sirk y las películas atormentadas de Nicholas Ray. También aparecían por allí De Sica, Rossellini, Truffaut y otros, pero menos.
Una de las películas que recuerdo de la adolescencia fue M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang. No la he vuelto a ver, pero tengo muy nítida la imagen del asesino paseando de noche por la ciudad mientras silba un fragmento de Peer Gynt de Grieg. En concreto, uno de la primera suite titulado En la gruta del rey de la montaña, que termina en un verdadero clímax orquestal. Aquí se lo dejo en la versión de la Filarmónica de Berlín dirigida por Neeme Järvi. Disfruten.