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César Coca

Divergencias

“Un pueblo sin cultura es una basura”

Lo gritaban algunos vecinos de un pueblo de Castilla-La Mancha a la presidenta de la comunidad cuando esta fue hace unos días a hacer una visita. Y me entraron ganas de ir a darles un abrazo porque ellos lo han visto claro. Frente a la otra tendencia presente en nuestros días, esa de que quien quiera cultura y espectáculos que se los pague, los vecinos de ese pueblo han visto que si nos quitan la cultura no nos quedará nada.

Por eso me indigna ese eslogan maniqueo y falso de que hay que quitar todas las subvenciones a la cultura y quien desee consumirla que cotice, al 21% de IVA en muchos casos. Y digo falso porque la industria cultural es un sector potentísimo de la economía española, como de la de cualquier país desarrollado, que genera empleo y riqueza. Quiten la subvención a la ópera y se perderán muchísimos ingresos fiscales, porque como ha demostrado la ABAO con rigurosos estudios, por cada euro de subvención las haciendas reciben bastante más a cambio por fiscalidad de todo tipo, lo mismo IRPF que IVA y otros tributos. Eso sin tener en cuenta el efecto indirecto en contrataciones de servicios que van desde hoteles a imprentas, sastrerías o transporte. Y donde he dicho ópera pongan teatros, ballet, orquestas, museos y lo que quieran. De manera que quienes lanzan esa consigna de que es más necesario ese dinero para atender otras necesidades no tienen en cuenta que sin ese dinero quizá se generen muchas más necesidades nuevas y se entre en una espiral de cada vez menos ingresos y más necesidades.

Pero, además, la cultura es necesaria porque no solo nos hace más sensibles e inteligentes, sino que también nos hace más libres. Es decir, que si quitamos dinero para la cultura y la asfixiamos, el resultado a plazo bien corto será un pueblo menos libre, más dependiente de lo que digan sus políticos, menos crítico con cuanto suceda.

Hay muchas necesidades, es cierto. Y algunas verdaderamente perentorias. Pero no se puede reducir la cultura a cero porque los efectos serían tan devastadores que precisaríamos de varias generaciones para recuperar un cierto sentido de la libertad y un cierto aprecio por la civilización que nos ha hecho llegar hasta aquí. Esa es la razón de que cuando oigo a alguien gritar “quien quiera cultura, o espectáculo, que se lo pague”, reclamando el fin de las subvenciones, siento casi lo mismo que debieron de sentir aquellos que escucharon otra frase célebre: “Cuando oigo la palabra cultura saco mi pistola”.