Pedro Ugarte es bilbaíno, ha escrito cinco novelas, media docena de libros de relato, varios poemarios… Así que no es un recién llegado, ni mucho menos, a la literatura. Su novela transcurre en una ciudad que no se nombra pero de la que se dan pistas suficientes para saber que se trata de Bilbao. El protagonista es hijo de una familia que en otro tiempo fue adinerada pero que la mala gestión de sus negocios, la suerte adversa o las circunstancias en general han llevado hasta el borde mismo de la ruina. Es abogado y trabaja para un amigo, otro hijo de familia pudiente que en este caso ha conseguido a lo largo de varias generaciones aumentar sus propiedades y su poder.
La novela relata el mundo en el que se mueven esos dos personajes. Un mundo de negocios sin dueño, porque las propiedades han sido transferidas a una maraña de sociedades opacas para evadir impuestos, repleto de señoritos amorales acostumbrados a hacer su voluntad sin que nada se atraviese en su acción. En ese mundo aparece una mujer joven de clase baja, una peluquera que ha llegado a relacionarse con ese entorno porque en un momento fue la novia de uno de esos pijos que son amigos de los protagonistas.
Tenemos así dos universos distantes: el que domina y el que acepta resignado el dominio. El que manda y el que es mandado. El que aporta el brillo y el que hace el trabajo oscuro. O el trabajo, simplemente. En este libro hay caricatura del poder del dinero, de los especuladores y los ricos sin alma ni sentido de la realidad, de los depredadores sexuales y el propio sistema que consiente la existencia de todo ello. Hay también corrupción y pelotazos urbanísticos, políticos iletrados y populistas de manual. Y hay un sentido narrativo muy estimable, una capacidad para seducir con las palabras digna de un buen escritor.
(Publicado en elcorreo.com)