Escribo estas líneas poco antes de que comience el concierto de AC/DC en el estadio de San Mamés, en Bilbao. Habrá overbooking de políticos, estoy seguro. Algunos han anunciado su asistencia hace muchas semanas.
Que conste que no me parece mal que vayan. Antes al contrario: está bien que muestren sus aficiones y que las vivan, a poder ser entre el público y no en tribuna. Así se sentirán, al menos por un rato, más cerca del pueblo al que representan.
Ahora bien, esa presencia llama la atención comparada con:
1) Su muy escasa asistencia a conciertos de música clásica o en funciones de ópera.
2) Su ausencia en funciones de teatro, sobre todo fuera de los títulos más comerciales.
3) Su alejamiento de los espectáculos de ballet.
4) Su falta de interés por acudir a exposiciones salvo el día de la inauguración, que es cuando peor pueden verse porque quienes están allí han ido a otra cosa.
5) Lo poco que se los ve en librerías, ferias del libro (exceptuemos el paseo obligado el día de la apertura, que tampoco es el mejor momento para ver lo que hay) y bibliotecas.
6) Lo infrecuente que resulta encontrárselos en una tienda de discos.
No es indiferente que estén en conciertos como este de AC/DC y no en otros actos. Nos guste o no, las caras conocidas de la política tienen la posibilidad de poner de moda algunas cosas. No tanto como los deportistas o los famosillos de la tele, pero sí pueden hacerlo en alguna medida. Por eso no estaría de más que transmitieran a la ciudadanía que esos otros ámbitos de la cultura de los que hablo más arriba también les interesan. Me preocupa que solo se les vea (y alardean de ello, por si alguien no se ha dado cuenta) en acontecimientos deportivos multitudinarios y en conciertos de rock igualmente multitudinarios. ¿No les interesa nada más?