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¿Paz en la guerra?

Seguramente los mentores de Batasuna/Sortu imaginaban que su gesta asombraría al orbe y que todo giraría en torno a ellos y a esa renuncia (a futuro) al mal, a sus seducciones, a sus pompas y a sus obras. Se habrán quedado decepcionados al otear el escepticismo ambiental y que, después de todo, no son ya el centro del mundo. El devenir de los acontecimientos y el gusto que le ha cogido la gente a vivir con tranquilidad –una vez que el terrorismo va siendo arrinconado– los ha colocado en un lugar marginal de la historia, del que es muy difícil salir.

Se hayan dado cuenta o no de que su parafernalia ya no impresiona, siguen aferrados al guión. Emplean un aire de solemnidad histórica que quizás les parezca interesante, imaginándose César cruzando el Rubicón. Se hace raro cuando no se ve más que a un titiritero haciendo como que saca un conejo del sombrero. Así que, en sus esfuerzos para que les creamos y sean legalizados, deslizan conceptos sorprendentes. “El ciclo de lucha armada de ETA se ha cerrado”, asegura Rufi Etxeberría. Se supone que se refiere a que se ha acabado el terrorismo (“lucha armada” para Batasuna) pero no aclara si está comunicando la buena nueva, o si expresa un deseo, un pronóstico, una evaluación, una conjetura o qué. Y esto es lo crucial, pues no es lo mismo que sea una entelequia personal o una constancia fehaciente.

La frasecita de marras no expresa ninguna voluntad de que ETA desaparezca, pero se ha interpretado así (está construida para que lo parezca). En la medida que a esa afirmación se le otorga criterio de autoridad, resulta inquietante. ¿Rufi dice lo que dice como portavoz de ETA? Pues sería alarmante y dificultad obvia para la legalización. ¿O viene a decir que le consta que la decisión de Batasuna de metamorfosear en larva de la no violencia lleva a ETA a echar la toalla? Pues también demostraría una vinculación estrecha ETA-Batasuna –al margen de que bien podían habérselo dicho antes a los terroristas–. Rufi se está liando Se conoce que no está acostumbrado a las sutilezas de la lógica democrática. Él era más de buenos/malos, de una retórica expresionista de toma y daca.

Hay otra explicación. Que vaya de farol, para lo de la legalización. De todas formas, suponiendo que está en el secreto, ¿es más creíble Rufi que ETA, que en sus comunicados no parece dar por concluido su ciclo “de lucha armada”? Y, por otra parte, los augurios de Rufi tampoco son para echar las campanas al vuelo. Cuando la tregua de 2006 militantes de ETA vinieron a asegurar que para esta generación ya valía, que se acababa, y luego pasó lo que pasó.

Resulta inverosímil que el dirigente de Batasuna lo desconozca, pero convendría recordarlo. ETA nunca ha asegurado –ni de lejos– que dejará la lucha armada en cuanto se legalice a Batasuna. Nos ha concedido una tregua para que vayamos organizando el desarrollo de la territorialidad y de la autodeterminación, cuya consecución justificaría, al decir de los comunicados de ETA, el cese de la lucha armada (no su desaparición, que no se plantea ningún texto). Así que lo del fin del ciclo resulta incongruente, a no ser que el líder sepa algo que nos oculta o nos quiera vender una milonga. Intentar hacernos creer que ETA está dispuesta a dejarlo por la legalización de la trama civil –que era legal hace unos años- suena a tomadura de pelo.

No hay que olvidar, además, que en el esquema de ETA –y la voluntad que se sabe expresó a Batasuna hace unos meses– la vertiente “militar” es irrenunciable. Por decirlo de otra forma, para la organización terrorista se invierte la máxima de Clausewitz. Desde su punto de vista no vale “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Es exactamente lo contrario: “la política es la continuación de la guerra por otros medios”, pues la guerra, el terror, es lo esencial, lo irrenunciable, su razón de ser. Lo importante no es el mundo al que quiere llevarnos, sino que éste se construya sobre su presión violenta. No es algo accesorio sino fundamental. Así que las treguas no las concibe como un camino hacia la paz sino como un episodio en su “lucha armada”, para mejorar posiciones (o para recuperarse). La legalización de sus instrumentos o su venta de procesos democráticos siempre quedan relacionadas con objetivos “bélicos”, la paz al servicio de la guerra.

Lo que está acompañando a la mutación de Batasuna en Sortu reactualiza un concepto erróneo que pesa como una losa sobre la política vasca: la idea de que el final de ETA llegará por una decisión de los terroristas y adláteres, cuando ellos resuelvan dejarlo –por lo que, para compensarles, se introducirían cambios en las estructuras políticas, otra idea bien asentada-. La experiencia viene demostrando lo contrario. Hoy hay menos ETA que hace cuatro años, pero no porque lo haya decidido así, sino por la eficacia policial y del Estado de Derecho. El final más verosímil del terrorismo no tiene que ver con las decisiones de Rafi y compañía –ni con los grandes cambios políticos que suelen asociarse a su término-. Todo indica que depende de los demócratas: de que no les den aires, de que no se les conceda legitimidad alguna. Irá lento, seguramente, no habrá solemne ceremonia final de despedida y cierre, pero su final no depende de lo que los terroristas quieran, sino de lo que queramos los demás.

A lo mejor el adivino Rufi acierta en que se acaba el ciclo de ETA. Pero si este final está más cerca no se debe a las querencias batasunas, sino a la firmeza de la democracia, que después de todo es el único camino.

Publicado en El Correo

Por Manuel Montero

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