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Héroes

¿Batasuna democrática?

Algo hay. O no: ya se verá. El nuevo partido de la izquierda abertzale rechazará la violencia de ETA “si la hubiera en cualquiera de sus manifestaciones”: han mentado la bicha. ¿O es para salir del paso?

Rufi Etxeberria ha pronunciado las palabras prohibidas. Si lo ha dicho convencido se habrá sentido un héroe – aunque el héroe tiende a las gestas individuales, no suele ir tan arropado-; si ha sido paripé lo tendrá como su mayor servicio a la causa, por tamaño sacrificio.

Vayan en serio o en broma, les habrá costado más de un sarpullido, pues con las cosas sagradas no se juega. Durante del mal rato, el propio Rufi aseguró que todo es fruto de una “reflexión de alcance histórico”. El autocalificativo suena a autobombo. Hasta ahora hacían “reflexiones profundas”. Ahora, “históricas”. Vamos a más.

De todas formas, lo dicho por Rufi suena mejor que otras reflexiones, históricas o no. De creerle, es una especie de caída del caballo. Como bajarse del burro, metáfora más ajustada. Suena también a fruto encomiable de la Ley de Partidos, que es lo que ha llevado a este “antes y después” y no una súbita iluminación.

Devenidos en demócratas –quizás con la pasión del converso, que suele ser la más estricta–, entenderán que no se hayan producido grandes entusiasmos por la (aparente) conversión, fuera de los suyos, que andaban ya entusiasmados (y quizás conmovidos por el sacrificio de Rufi).

Hay varias razones del escepticismo ambiental.

Suena a milagro que un grupo cuya seña de identidad ha sido el apoyo a la violencia de pronto la repudie. Aquí no vale apelar a la fe, hacen falta pruebas (tras décadas de marearnos su credibilidad está por los suelos). En esto hay abundante jurisprudencia desde que los griegos dejaron el caballo a los troyanos como regalo bondadoso y luego los emboscados destruyeron Troya, por creerles. Hasta los cuentos versan sobre la cuestión: el lobo se disfraza de abuelita para comerse a Caperucita Roja, y están los ímprobos esfuerzos del otro lobo que se tragó a los siete cabritillos tras enseñar la patita para pasar por su madre. Que en los cuentos al final el bien gane al mal – siempre acaban abriéndole la tripa al lobo – no debería invitar a la inocencia.

Dos: ¿condenarán el terrorismo? Así dicen, pero nunca han considerado que ETA lo practique (sí el Estado), sino la lucha armada. No hay novedad en este frente.

En tercer lugar, lo de estos meses tiene el aspecto de una estrategia pactada con ETA: si no lo es, y hay ruptura, tendrían que demostrarlo. No sea que una vez legalizados encontrasen excusas para la vuelta atrás. Cosas más raras se han visto.

Y muestran una percepción peculiar de las circunstancias. La semana pasada la “izquierda abertzale” afirmaba que la legalización sería posible por “la activación de la sociedad” (esto es, las movilizaciones batasunas), como si dependiese de la presión social y no del acomodo a la legalidad. A Dios rogando y con el mazo dando. Lo de siempre.

Por último: sigue faltando una condena a ETA, que hasta la podían haber hecho antes de la tregua. Los Estatutos los han ajustado a la letra de las exigencias jurídicas. Metidos en gastos, podían haberse estirado –conversión demócrata obliga- y dejar claro que rompen con el terrorismo y con un pasado forjado a golpe de atentados.

Resulta preferible oír a Batasuna –que ahora dará en Sortu y los batasunos en sortudos– que se desmarca de ETA. Pero, por usar el símil que les gusta, la pelota sigue en su tejado. Lo de ayer pudo ser un primer paso en el camino, pero un primer paso no es haberlo caminado.

[Nota: como el acontecimiento puede tener dos interpretaciones, incompatibles, hay son dos fotos para ilustrar esta entrada: en su día se verá cuál vale]

Por Manuel Montero

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