Este sábado noche, mientras ustedes se embrutecían en algún garito indecente, yo estaba en casita tragándome casi íntegra la final de ‘Misión Eurovisión’. No les comentaré nada sobre el programa, un desbarajuste digno de que la compañera Olatz rompa su insoportable silencio, ni tampoco sobre la presentadora, que parecía llevar un Scotch-Brite en la garganta, sino que me limitaré a presentarles a los ganadores, Nash, estos chicos inmaculados que nos representarán a ustedes y a mí en el certamen. La gente votó con lógica, porque las otras cuatro candidatas compartían exactamente el mismo perfil de cantante-voceadora a lo Mónica Naranjo, de manera que las armonías viriles de los muchachos se agradecían entre tanto agudo con poderío. Se lo juro, eran la única opción soportable junto a Mirela con ‘La reina de la noche’ (composición, por cierto, del bilbaíno Rafael Artesero, a quien Paula Vázquez convirtió en Artesano con una pasada de estropajo).

Pues eso, les presento a Nash, para que puedan mantener conversaciones mundanas de aquí al festival. El primero por la izquierda es Javi, el barbitas de Sevilla: escucha a Mariah Carey, lee a Paulo Coelho y no soporta que le hablen en el cine. El segundo es Basty, de Cádiz, fan de Robbie Williams y Gwen Stefani y jugador de hockey. El tercero es Mikel, el medio austriaco de Tenerife, que lo mismo baila al ritmo de Anastacia que se mete entre pecho y espalda un potaje canario o se mata a lavarse los dientes, una medida higiénica que le tiene obsesionado (ojo, que lo cuenta él en la web del grupo). Y el de la derecha es Ony, el rubiales de Valencia, fan de Justin Timberlake y de Luis Fonsi que sueña con actuar en el Madison Square Garden. ¿Qué? ¿Acaso son protestas eso que oigo? Vamos, lectores durotes, no me nieguen ahora que alguna vez en su vida se han comprado el ‘Super Pop’ o el ‘Nuevo Vale’.