Era inevitable. Han pasado muy pocos años desde la muerte del Nobel, pero la fundación encargada de velar por su obra y su legado en general ha tenido que ser rescatada por la Xunta de Galicia ante lo que parecía una quiebra inminente. El presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, no ha respondido a la pregunta de si Marina Castaño, viuda del escritor, seguirá presidiéndola, pero ha dejado muy claro que su Gobierno asume la dirección. No hacen falta más explicaciones.
Me temo que esto no es más que otro episodio, otro ejemplo más de cómo poner una fundación en manos de quien no tiene preparación para ello es el mejor camino para conducirla al caos. Ser la viuda de o el viudo de no proporciona ningún talento como gestor ni garantiza que el legado queda en buenas manos. En este caso, además, nadie puede decir que no se veía venir lo que ha sucedido. Estaba claro no ya desde el minuto uno de la fundación, sino desde bastante antes. El estropicio lo pagarán ahora los contribuyentes gallegos.