Lo habrán leído en Magonia. Un banco admite como garantía crediticia el alma. Luis Alfonso propone pedir créditos en masa a esta entidad y no devolverlos, a ver qué pasa. La verdad es que los directivos de ese banco deberían haber sido cesados en el minuto siguiente del anuncio de su nueva política en materia de créditos pero no es menos cierto que desde el punto de vista literario han planteado una bonita historia para quien quiera desarrollarla.
Por supuesto, Fausto está ahí presente, aunque vendió su alma al diablo por algo un poco más interesante que un mísero crédito. Pero está también El mercader de Venecia, y ahí es donde quería ir. Recuerden que, en esta obra de Shakespeare, el problema del rico comerciante que se quiere cobrar su libra de carne es que no puede llevarse con ella ni una gota de sangre. Pues lo mismo sucede con el alma.
¿Es admisible desde el punto de vista de la fe cristiana un cuerpo sin alma? No, de manera que no podría ejecutarse la garantía de inmediato, puesto que ésta no decía nada del cuerpo mortal del titular del crédito. Y si hay que esperar al fallecimiento (cuando toque, no antes) del moroso, el banco debería quebrar a nada que se acumularan muchos impagos. Bonito relato místico-financiero. Una vez escrita la obra de teatro correspondiente podría luego hacerse un musical.