El poder que llevamos en el bolsillo es inconmensurable. El teléfono
móvil no sólo ha cambiado nuestras vidas sino que cambiará nuestra
forma de ver el mundo. Cuando McLuhan dijo que el medio era el mensaje,
no hay duda de que se refería al mensaje multimedia o al SMS.

La Sociedad General de Autores
ha salvado su campaña económica gracias a los tonos para los teléfonos
móviles. Es decir, el producto por el que a la gente no el importa
gastar dinero es una simple sintonía de no más de diez  segundos
de duración y que no tiene otra función que apuntalar el ego de los
usuarios de celulares.

Pero sigamos. Gente que no se ha leído el Estatut ni se lo leerá sí que
ha recibido en su móvil decenas de mensajes en los que Carod es
apaleado, atropellado, electrocutado o encerrado en Guantánamo. Y todo
esto acompañado de una capacidad de convocatoria sin parangón. No sé si
el 14-M hubiera sido el mismo sin SMS pero no hay duda que las campañas
de boicot a los productos catalanes no han tenido mejor portavoz que
las pantallas de los celulares.

Pero aún hay más. Existe una fantasía sobre directores o autores que
cometen los crímenes para después recrearlos en su obra. Y entonces
tenemos a tres jóvenes, uno de ellos menor, acusados de quemar y matar
a una mendiga, con el objetivo de grabarlo y enviarlo por SMS a sus
amigos. O un grupo de jóvenes de Barcelona que abofetea a transeúntes
para captarlo con sus teléfonos.Y todo ello porque en Estados Unidos
unos dementes grabaron un documental sobre las palizas de vagabundos de
Las Vegas y pusieron de moda el ‘bumfihgt’.

¿A dónde nos lleva esto? A la progresiva implantación masiva de un
modelo de comunicación de unos 10 segundos de duración, que, por su
escaso volumen, necesita unos contenidos de impacto para dejar un
recuerdo en el receptor. Es decir: violencia y sexo. Algo que no nos
obligue a pensar y que no pase de los restos reptiloides de nuestro
cerebro. Sin moral, sin remordimientos. 1 kltura d no + d 10 sgnds. El
fin de la civilización tal y como la conocemos.