La Sonata para violonchelo y piano de Sergei Prokofiev es una obra intensa, como todas las de su autor, cuya vida estuvo marcada por un azar que le fue adverso y que contagió a algunos de sus más próximos. A saber: Prokofiev se fue de Rusia en 1918, poco después de la Revolución bolchevique. Durante años, recibió invitaciones del Gobierno para que volviera al país. Le decían que su música era muy apreciada, que la URSS quería que todos los artistas soviéticos vivieran y trabajaran allí… No atendió esas peticiones hasta 1936. Entonces le dijo a su mujer, Carolina Codina (o Lina Codina), que era española, que el régimen se había abierto mucho y podían volver. Nada más hacerlo, comenzaron las purgas de Stalin, que se llevaron por delante a centenares de artistas.
Cuando Alemania invadió la URSS, Prokofiev se trasladó a la zona de los Urales junto a otros artistas. Su mujer decidió quedarse en Moscú con sus hijos. Años más tarde, Prokofiev contrajo matrimonio con otra mujer sin dificultad porque la boda anterior se había celebrado en el extranjero y se había olvidado de registrarla en el consulado. Unos días después de su segunda boda, Prokofiev fue acusado por el régimen de formalismo en su música y sancionado. La sanción alcanzó a Lina, que fue enviada a un campo de trabajo.
Prokofiev ganó en numerosas ocasiones el premio Stalin pero también sufrió amenazas y la sombra de Siberia planeó sobre él. Murió el 5 de marzo de 1953, con solo 61 años. Otro golpe de mala suerte: murió el mismo día que Stalin, así que ni siquiera tuvo la gloria de una amplia reseña en los periódicos: todos, tanto en la URSS como fuera, destacaron con grandes caracteres y muchos textos e imágenes la muerte del líder soviético y pasó casi inadvertida la desaparición de uno de los mayores compositores del siglo XX.
Aquí quedan los minutos iniciales de la sonata. Feliz fin de semana.