Estamos en uno de los días clave de la Semana Santa, así que es el momento para hacer un pequeño apunte sobre lo que ha supuesto y supone aún esta festividad, o esta serie de festividades, en la cultura. Me atrevo a decir que en la cultura occidental es tan importante, o casi, como la Navidad. El volumen de obras de todo tipo inspiradas o creadas con motivo de la Pasión es gigantesco. Obras en todos los ámbitos: música, escultura, pintura, drama…
Incluso las procesiones, tan denostadas por algunos, tienen a mi juicio un indudable valor cultural. Dejen a un lado el aspecto religioso, al que cada uno le dará la importancia que quiera, y observen lo que hay: escultura, música, coreografía, juego con la arquitectura… Reconozco que el carácter extrovertido de las procesiones andaluzas me impresiona mucho menos que el silencio o los tambores de las procesiones castellanas y de otros lugares. Pero unas y otras me parecen fascinantes. Por las esculturas de Salzillo, Juan de Juni, Gregorio Hernández y otros, por la música de Thalberg, pero no solo por eso.
Ya sé que las procesiones generan molestias no menores (cortes de tráfico, imposibilidad casi absoluta de circular por algunas calles durante horas, ruidos) y entiendo a quienes se quejan. Es el lado negativo de lo que yo percibo como una muy relevante manifestación cultural. ¿Que es anacrónica? Muy probablemente, pero me parece que no es lo único de nuestras vidas que está ya fuera del tiempo.