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César Coca

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El ADN de Bush

El otro día cayó en mis manos un libro importante. Importante porque,
independientemente de su contenido, su padrino es uno de los hombres
más poderesos del mundo. «Si usted quiere conocer mi concepción de la
política exterior, lea el libro de Natan Sharansky. Le ayudará a
comprender muchas decisiones que serán tomadas o que ya lo han sido».
Esta frase pertenece al presidente de Estados Unidos, George Bush,
quien ha confesado que la obra  -titulada en España ‘Alegato por
la Democracia- forma parte del «ADN de su presidencia». No es casual
que el ensayo fuera presentado en Madrid por José María Aznar y que lo
edite en castellano la editorial de FAES.

El autor es Natan Sharansky
un judío que fue ayudante de Sajarov en su lucha por los derechos
humanos en la antigua Unión Soviética. Estuvo encarcelado en el gulag y
sólo la intervención de Reagan le permitió escapar. Tras salir de Rusia
se instaló en Israel y llegó a ser ministro de Ariel Sharon. Sin
embargo, presentó su dimisión en protesta por la retirada de la franja
de Gaza. Su pensamiento forma parte del tronco ‘neocon’. La autoridad
que le otorga Bush aclara suficientemente esto último.

La tesis de Sharansky, simplificada, es que ningún país totalitario es
capaz de vencer el empuje de una lucha interna a favor de la libertad y
la democracia. Los estados totalitarios, además, son siempre peligrosos
puesto que necesitan un enemigo externo para garantizarse la cohesión
interna y por ello es más fácil que generen tensiones bélicas con sus
vecinos. Para saber si un estado es democrático, Sharansky propone,
entre otros, el ‘test de la plaza pública’. Es decir, un Gobierno será
democrático si cualquiera puede decir en público lo que le da la gana
sin por ello sufrir ningún tipo de castigo.

Leyendo el libro queda una sensación extraña. Algunos de sus
planteamientos son interesantes pero es contradictorio defender la
aplicación de la democracia y, al mismo tiempo, apoyar los asesinatos
selectivos de terroristas palestinos. (Sharansky lo hace) Y, sobre
todo, queda la impresión de que la base sobre la que se edifica todo el
pensamiento de Sharansky es, más o menos, algo así: Si una vez
conseguimos vencer a la Unión Soviética, ¿por qué no podemos hacerlo de
nuevo en otras partes del mundo con otros sistemas políticos? Creo que,
en ocasiones, el pensamiento ‘neocon’ supone esgrimir ideas muy
sencillas para intentar definir un mundo demasiado complejo.

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