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César Coca

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Laberinto de Pasiones

220px-johann_sebastian_bachNadie lo ha intentado aún, pero con el misterio de las Pasiones escritas por Johann Sebastian Bach se podría hacer un thriller. Porque estrictamente no se sabe cuántas fueron, en algunas de ellas no está claro si toda la partitura es suya y en las dos cuya autoría y contenido es incuestionable, hizo tantas versiones que forman un verdadero galimatías. Esto último es exactamente lo que sucede con La Pasión según san Juan (BWV 245), que se estrena hoy mismo en el Arriaga de Bilbao en versión escenificada obra de Calixto Bieito, con la Sinfónica de Bilbao y el Coro de la Ópera, dirigidos por Erik Nielsen. Se trata de una coproducción con el teatro del Châtelet de París.
Desde que en 1723, Bach fuera nombrado kantor de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, su trabajo creativo fue expuesto a una disciplina durísima. En función de su cargo, tenía tareas pedagógicas, dirigía la pequeña orquesta de la iglesia, tocaba el órgano en numerosos oficios religiosos y debía suministrar música para las celebraciones litúrgicas de los templos de la ciudad. Eso suponía una obra prácticamente cada semana. Es cierto que en muchas ocasiones se trata de partituras breves, pero en el catálogo de Bach hay más de 700 piezas que se pueden calificar de música religiosa. Ahí están incluidos desde motetes de apenas diez minutos a misas de dos horas.
El catálogo recoge obras cuya existencia está documentada pero que desaparecieron por razones diversas junto a algunas que durante mucho tiempo se atribuyeron a Bach pero hoy se sabe que no fueron escritas por él, y otras de dudosa autoría. Uno de los enigmas mayores –y los hay por decenas– está en el número mismo de las Pasiones escritas por el músico de Eisenach. En el obituario publicado tras su muerte, en 1750, se habla de cinco, una de las cuales es para doble coro. Esa referencia concreta lleva a pensar que se trata de La Pasión según san Mateo, la más célebre de las suyas. Sobre la autoría de la que sigue el evangelio según san Juan no hay duda. Pero, ¿y las otras tres?

Se sabe con certeza que el Viernes Santo de 1731 dirigió en Leipzig la interpretación de La Pasión según san Marcos, y que en 1744 volvió a llevarla a los atriles, con algunos fragmentos añadidos. Pero de esa Pasión solo queda el libreto de Picander –también escribió el de San Mateo– y algunas ideas generales sobre qué materiales debía de contener que, siguiendo una práctica habitual en aquella época, fueron reutilizados para otras obras. De ahí que existan varias ‘reconstrucciones’ de la misma que presentan notables diferencias entre ellas.

Sobre las otras dos Pasiones de las que hablaba el obituario hay menos pistas. Por un lado, a estas alturas ya se sabe que la llamada Pasión según san Lucas –incluso lleva número de catálogo, el BWV 246–, que durante décadas le fue atribuida, no es de su autoría. Al parecer, el manuscrito fue copiado por Bach para poder interpretarla en la Semana Santa de 1735, quizá con algún fragmento de su cosecha, algo también corriente en esos años. ¿Y la quinta? Algunos autores hablan de una obra temprana, del período de Weimar (de 1708 a 1717), que al parecer tenía un libreto muy pobre y que no volvió a interpretarse. Otros sugieren que podría tratarse de un pastiche estrenado en sus últimos años de vida (1747 o 1748) a partir de fragmentos de Haendel y Keiser. Para terminar de añadir confusión, hay estudios que sugieren que la obra de Keiser de la que Bach pudo tomar fragmentos ni siquiera era suya, sino que se trata de otra falsa atribución y en realidad fue escrita por Friedrich Nicolaus Bruhns.

La Pasión según san Mateo es objeto de interpretaciones con diferencias de matiz relevantes sobre el papel de los solistas y los coros y respecto del volumen de la orquesta. Pero son muy pocos comparados con los de La Pasión según san Juan. Ayuda a la confusión el hecho de que parte de los materiales usados para el día del estreno, en 1724, se hayan perdido. Pero es que al año siguiente, con motivo de una nueva interpretación, Bach cambió la parte coral inicial por una más compleja y el coro final fue sustituido por otro fragmento tomado de una cantata escrita dos años antes.

En 1732 regresó parcialmente a la primera versión, pero, como explica en un artículo el especialista Daniel Malamed, cambió un aria y sustituyó otra por una pieza orquestal. En 1739 retocó de nuevo algunos temas y en 1749, apenas un año antes de su muerte, dejó una otra versión que, partiendo de la original, cambia el órgano por el clave, añade un contrafagot a la orquesta e introduce textos nuevos. La mayor parte de las interpretaciones actuales son una mezcla de todo eso, a gusto de quien empuñe la batuta. Por eso, no hay una Pasión según san Juan idéntica a otra. Y ahora, para añadir nuevos cambios, llega una versión escenificada. Un laberinto de Pasiones, sí, pero de Johann Sebastian Bach.

(Publicado en elcorreo.com)