Gonzalo Garrido debutó en la novela hace apenas cuatro años. Las flores de Baudelaire estaba ambientada en Bilbao en la época de la Primera Guerra Mundial y contaba la investigación de un crimen, el de una joven nacida en el seno de una de las familias más poderosas de la ciudad. Garrido cambió radicalmente de registro en El patio inglés, una historia de los ochenta, que planteaba un doloroso diálogo entre un padre y un hijo con el único punto de conexión con la novela anterior del escenario urbano. En La capital del mundo Bilbao es de nuevo la ciudad en la que transcurre la acción, pero Garrido hace otro giro y ofrece al lector una novela policial que tiene como protagonista a un taxista reconvertido en detective. Lo que debe investigar es la extraña muerte de un célebre científico de convicciones nacionalistas que ha estado desde siempre muy próximo al poder. La versión oficial habla de un suicidio pero la viuda contrata al detective porque no está convencida de esa conclusión.
En algunas novelas policiacas el interés está en entrar al juego de la investigación, en seguir las pistas que el autor va ofreciendo para adivinar el culpable antes de que aparezca en el texto con nombre y apellido. En otras, no importa quién ha matado a quién, sino todo lo que sucede alrededor de la investigación y el retrato que el autor hace de personajes y escenarios. La capital del mundo pertenece a este modelo. Garrido ha diseñado un personaje más bien desastrado en todo lo relativo a su vida y a su trayectoria como investigador. Pero es su visión de la ciudad, con frecuencia lúcida y desde luego siempre ácida, lo verdaderamente interesante de la novela. El autor no deja títere con cabeza, y eso incluye partidos políticos, sindicatos, locales de hostelería, medios de comunicación, abogados, editores, empresarios y empresas, policías, jueces y porteros de fincas urbanas.
(Publicado en elcorreo.com)