Hoy hace justo un año de la muerte de Gabriel García Márquez. Confío en que me permitan hacerle un pequeño homenaje en esta sección. Como ustedes saben, el escritor colombiano era un gran melómano, que confesaba que a lo largo de su vida había pasado muchas más horas escuchando música que leyendo. Lo primero que hizo con el talón que recibió a los pocos días de la publicación de Cien años de soledad fue comprarse un estupendo equipo estereofónico y dar un gran empujón a su colección de discos.
Sus gustos eran muy amplios y su manera de ver la música, bastante heterodoxa. En más de una ocasión dijo que el disco que se llevaría a una isla desierta sería el de la colección completa de las Suites para violonchelo solo de Bach. Sin embargo, la música que eligió, o eligieron por él, para la ceremonia de entrega del Nobel fue el Concierto para orquesta de Bartók, una de las obras que más apreciaba.
Les dejo hoy con el movimiento de esa obra que sonó en Estocolmo instantes antes de que recibiera el galardón.