En el verano de 1936 los nazis habían comenzado una persecución implacable de los judíos, amenazaban con anexionarse Austria y habían conseguido que los gobiernos europeos se arrugaran hasta el punto de hacer concesiones en un intento inútil por detener su expansión. En España, un golpe de Estado derivaba en una guerra y en Italia los camisas negras campaban a sus anchas reduciendo a su mínima expresión cualquier intento de disidencia con el régimen de Musolini.
Mientras, en la localidad costera de Ostende, un grupo de intelectuales jugaba a soñar que su mundo seguía en pie, que la civilización, el pensamiento libre, la crítica, la creatividad continuaban incólumes. Dos de ellos eran el escritor y biógrafo Stefan Zweig y el novelista Joseph Roth. Ambos austriacos, ambos judíos.
Ostende. 1936, el verano de la amistad narra la historia de la amistad de esos intelectuales, figuras de gran relevancia en la cultura del siglo XX, tan culturalmente próximos y tan lejanos en sus hábitos. A Ostende llega Roth buscando una vez más la protección –social, literaria, económica– de Zweig: ambos van acompañados por sus amantes. El biógrafo quiere escribir y recomponer su vida, un último intento antes de adentrarse en la senectud. El novelista se ha enamorado de una muchacha que por edad puede ser su hija, a la que introduce en su mundo de alcohol y depresión.
Por allí están también otros intelectuales y artistas muy conocidos: Arthur Koestler, Ernst Toller, Egon Kisch, Willi Münzenberg, James Ensor… Todos huyen de algo: del nazismo, de la pobreza, de sus propios fantasmas. Un viaje a ninguna parte porque su mundo se está desplomando y no tendrán otra vida en el nuevo.
Weidermann ha reconstruido ese último verano feliz antes de que todo acabara y recrea con buen pulso las figuras de Zweig y Roth en ese fondo de tonos suaves y cielo gris mientras se preparan los tanques. El último capítulo del libro, en el que narra lo que sucedió a todos ellos en los años inmediatamente posteriores es demoledor. Apenas ninguno llegó a viejo. La tragedia era la sombra que cubría ya el sol de Ostende.
(Publicado en elcorreo.com)