La muerte del padre. Pocos temas tan poderosos en la historia de la literatura, desde el mismo Génesis. Con esa imagen tan intensa arranca la novela de Celso Castro, un autor gallego que será poco conocido para la mayoría de los lectores. Entre culebras y extraños ofrece una magnífica oportunidad de acabar con ese desconocimiento.
El protagonista es un adolescente enfermizo, débil, lector impenitente de los filósofos más pesimistas, incapaz de adaptarse a la vida real. Su mundo es una amalgama de pensamientos profundos que espantan a sus amigos –mucho más interesado en el sexo, el alcohol, el deporte, la fiesta y la holganza–, miedo a suspender las asignaturas de ciencias y carencia del menor proyecto de futuro. Todo ello, impregnado de un egoísmo a veces arrollador.
Con una madre desubicada, una hermana problemática y unos amigos que con frecuencia son más extraños que los desconocidos, su único asidero es una novia con quien tiene una relación intermitente y confusa, sobre todo después de un descubrimiento que acontece a mitad de la novela.
Castro escribe con un lenguaje preciso, descarnado, sin ningún adorno. Parece un relato oral e incluso en varios momentos el protagonista-narrador se dirige a un interlocutor desconocido que escucha en silencio. Entre culebras y extraños es un libro que, sin ser de lectura difícil, exige un pequeño esfuerzo por parte del lector. Pero merece la pena. El vacío en el estómago que dejan algunas páginas es una sensación que desconocen quienes leen solo literatura de consumo.
(Publicado en elcorreo.com)