Hay programas de televisión que crean monstruos. Lo hacen porque los necesitan, porque esos espacios carecen de sentido sin ellos. Por eso deben buscar gente dispuesta a mostrar sus intimidades, humillarse en vivo agigantando sus miserias, convirtiendo la nada más absoluta en el eje de horas y días completos de programación. Monstruos que luego alargan su presencia en la pantalla desfilando por otros programas de la cadena o su grupo, degradándose un poco más si es posible, una vez que han convertido sus vidas en pienso compuesto. Estoy seguro de que no necesitan que les dé ejemplos.
Pero creo que no hemos reparado lo suficiente en un efecto de tanta basura televisiva: la creación de nuevos monstruos al otro lado, frente a la pantalla. Gente sin educación ni sensibilidad, seres que no solo desprecian cuanto ignoran –como dijo el poeta– sino que además desprecian a quienes desean saber. Tipos –verán que me resisto a hablar de personas– indignos que muestran a la menor oportunidad lo bajo que se puede caer.
Todo esto está relacionado con lo que sucedió ayer a consecuencia del retraso en la emisión de Mujeres, hombres y viceversa. La dirección de la cadena decidió prolongar el programa de Ana Rosa Quintana para seguir informando del accidente aéreo. Pues bien, algunos cabreados espectadores mostraron su protesta por el retraso del inicio del gran programa con comentarios del estilo de «pues me parece fatal que no pongan #myhyv por un accidente, no es mi culpa que sean tontos y se estrellen», «si el avion sastrellao algo abra echo xDDD k ponga ya #myhyv anda», «ogala caiga un abion en la casa dl cabron k a exo k kiten el programa #myhyv», y otras aún más sutiles. Mentes así son, entre otras cosas, producto de algunos programas televisivos. Verdaderos homínidos.