Estimado profesor:
El encabezamiento de esta carta sitúa ya la misma. No me tomo la libertad de dirigirla al líder político de moda, sino al profesor universitario. Lo hago con la confianza que me concede –espero que me la acepte– haberme licenciado en el mismo centro en el que usted obtuvo su título y donde ha impartido clase durante un tiempo.
Verá. El pasado sábado leí en La Vanguardia la entrevista que le hacía Enric Juliana. En un momento de la misma, preguntado por la escena de Doctor Zhivago en la que el comisario Strélnikov asegura que en Rusia «ya no hay vida privada», usted asegura que no ha leído la novela pero sí ha visto la película. Y dice: «Sí. Recuerdo esa escena. Es un buen ejemplo del enfoque anticomunista norteamericano. ¡La pérdida de la vida privada! Una película clave para entender el combate cultural de la Guerra Fría, que los norteamericanos ganaron porque construían mejores historias».
De su respuesta deduzco que no cree usted que en los años en los que está ambientada la novela de Pasternak la vida privada fuera abolida. Es decir, que todo fue un invento de la contrapropaganda estadounidense. Y eso me preocupa viniendo de quien ha ejercido de profesor de Ciencias Políticas, porque revela que sus lecturas sobre el tema son más bien escasas. O que no se ha creído nada de lo que ha leído.
Sólo le recordaré, porque espero que ya nadie lo ponga en duda (el decreto La Patria comunista está en peligro debería ser lectura obligatoria) que a comienzos de los años veinte el Gobierno soviético había terminado con todos los periódicos cuya línea no fuera de una ortodoxia comunista absoluta. Es cierto que la creación artística gozó de una notable libertad durante esa década (y así lo contaron muchos intelectuales occidentales que viajaron a la URSS). En realidad, fue así hasta que el aparato del partido forzó la salida de Lunacharski como comisario responsable de Educación. A partir de ese momento, el último reducto que escapaba al control del Estado cayó y ya nada volvió a ser igual. Le recomiendo la lectura de las actas del Primer Congreso de Escritores Soviéticos para que vea cómo ni la vida privada, ni la creación, ni siquiera los sentimientos eran ya algo que perteneciera al ámbito personal. Tanto que Isaak Bábel fue víctima de las purgas llevadas a cabo por el comisario del pueblo Yezhov porque la esposa de este había tenido una relación amorosa con el escritor. Dígame si existía vida privada en Rusia…
En la primera de las grandes purgas estalinistas fueron detenidos unos 2.000 escritores. Se registraron sus casas, los agentes policiales –con frecuencia, verdaderos semianalfabetos– se permitieron interpretar de la manera ‘más conveniente’ los documentos absolutamente privados que allí encontraron y cualquier cosa, una amistad, una vieja relación amorosa, hasta una nota de afecto, era utilizada en contra de quienes el régimen había decidido suprimir. Si un cargo importante era acusado, su pareja iba después. Daba igual que no hubiese hecho nada. Incluso altos dirigentes cayeron en desgracia tras la detención de sus maridos o mujeres.
No ha leído el libro de Pasternak, confiesa en la entrevista. Una pena. Supongo que sabrá que cuando la Academia Sueca le concedió el Nobel declinó ir a recogerlo porque había recibido un ‘recado’ de las más altas instancias de la URSS: si lo hacía, no podría regresar y no vería más a su familia. Otra prueba de cómo se respetaba la vida privada en aquel país.
Si no ha leído Doctor Zhivago, quizá tampoco conozca Vida y destino de Vasili Grossman ni Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn. No sé por qué, pero a muchos politólogos la literatura les parece un asunto menor. Así que me voy a permitir recomendarle algunas lecturas para evitar que repita usted opiniones tan indocumentadas como la que vertía en la entrevista con mi colega Enric Juliana. Podrían ser decenas de libros, pero haré como con la bibliografía académica y me limitaré a títulos nuevos y fundamentales.
YAMPOLSKI, B.; y KONSTANTINOVSKI, I. ‘Asistencia obligada’. Ed. del Subsuelo. Le servirá para saber cómo eran las asambleas de la Unión de Escritores. Hay muchos episodios de vida privada que supongo que le interesarán.
SNYDER, Timothy. ‘Tierra de sangre. Europa entre Hitler y Stalin’. Ed. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Le permitirá establecer algunos paralelismos interesantes.
BERLIN, Isaiah. ‘La mentalidad soviética. La cultura bajo el comunismo’. Ed. Galaxia Gutenberg / Cícrulo de Lectores. Contiene una conversación entre el autor y Anna Ajmátova que resulta definitiva para entender lo que sucedía.
SHENTALINSI, V. ‘Esclavos de la libertad. Los archivos literarios del KGB’. Ed. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. No creo que encuentre un texto tan documentado como este sobre lo que sucedió con escritores y artistas.
SCHLÖGEL, Karl. ‘Moscú en 1937. Terror y utopía’. Ed. Acantilado. Le aseguro que la lectura de este libro, recién publicado, le cambiará su modo de ver las cosas.
Por si acaso anda mal de tiempo, ahora que se acercan las elecciones, le adjunto también algunos enlaces con textos mucho más breves, que en general resumen esos libros.
http://revista-utopia.blogspot.com.es/2012/02/en-doce-anos-hitler-y-stalin-mataron-14.html
http://www.elnortedecastilla.es/v/20100207/vida/americanos-moscu-20100207.html
http://www.ideal.es/jaen/20071209/sociedad/vitali-shentalisnki-periodista-escritor-20071209.html
http://www.elcorreo.com/vizcaya/20130909/mas-actualidad/mundo/carcel-poetas-201309042043.html
Tenía entendido que en la esencia de alguien que se considera de izquierdas están la crítica y la autocrítica. No reconocer los terribles errores cometidos por los gobiernos soviéticos en materia de libertades y derechos, sobre todo en la época de Stalin, no es precisamente un ejemplo de pensamiento crítico. Al fin y al cabo, fue Stalin quien se cargó la utopía. Un politólogo debe saberlo.
Soy consciente de que está usted sometido a un análisis tan riguroso que muy pocos lo pasarían inmaculados. Al fin y al cabo, quien está tan expuesto y habla de tantos temas corre riesgos mayores de equivocarse. Imagino que es lo que le ha sucedido. Pero los líderes importantes, y qué duda cabe que usted lo es, deberían ser cuidadosos con algunos temas.
Espero que me perdone la osadía.
Reciba un atento saludo.