Después de una incursión en eso que los norteamericanos llaman novela de no ficción, Cercas regresa a la novela convencional. Lo hace con Las leyes de la frontera, un relato duro sobre un pequeño grupo de quinquis de finales de los setenta en la ciudad de Gerona. El libro tiene tres protagonistas: el Zarco, que es el jefe de la banda; Tere, la muchacha áspera y al tiempo vulnerable, cuya presencia es siempre ambigua; y el Gafitas, un muchacho tímido que estuvo unos meses en la basca, como llamaban al grupo, y que logró salir justo a tiempo.
El autor se esconde tras la figura de un escritor a quien han encargado un libro sobre el Zarco. Para recopilar el material, mantiene largas entrevistas con el Gafitas, el policía que persiguió al grupo y el director de la cárcel donde el Zarco purgó sus culpas. A partir de esas conversaciones vamos conociendo la carrera delictiva de la banda y la España en blanco y negro de esos años, mucho más preocupada por los problemas políticos que por una brecha social que ya era muy patente. Y ajena por completo a la aparición en escena de la heroína, que arrasó con una generación.
Los delincuentes juveniles de Las leyes de la frontera tienen sus códigos éticos y sus normas, y viven al límite porque carecen de esperanza. Son perdedores que asumen que jamás podrán esquivar su derrota, así que se limitan a vivir el momento, a derrochar en alcohol, burdeles y drogas el fruto de sus atracos. Disfrutan incluso de una fama efímera, se convierten en iconos de una cierta realidad social, hasta que a mediados de los ochenta todo eso se evapora y el único recuerdo que queda de ellos es el de las lápidas en los cementerios.
Cercas ha escrito una novela dura en el fondo aunque no lo sea formalmente. El autor se compadece de sus personajes porque fueron víctimas aunque ejercieran la violencia. Y deja en sus páginas un amargo retrato de una España subdesarrollada.
(Publicado en elcorreo.com)