Vamos ya por la sexta entrega de la serie policial de José María Guelbenzu, que tiene dos líneas en su producción, como Eduardo Mendoza y otros escritores. Tengo la impresión de que lo que comenzó como un descanso en esa literatura trabajada y compleja que forma su línea principal, se ha convertido en un entretenimiento que además le da buenos resultados económicos.
Lo cierto es que la juez Mariana de Marco, protagonista de sus libros, es un personaje de enorme interés, con una personalidad que se va afinando entrega tras entrega. Una mujer fuerte de aspecto y de gran personalidad a quien, sin embargo, asaltan las dudas. En esta sexta novela la vemos recuperarse de su último caso, que estuvo a punto de costarle algo más que el puesto de juez de instrucción en una ciudad del norte que se parece mucho a Gijón. Recuperarse profesional y personalmente, porque desde su divorcio no ha parado de sumergirse en aventuras de índole sexual sin atisbo alguno de compromiso. Ahora empieza a pensar si, a los 45 años, podrá seguir así mucho tiempo. Su instinto maternal, si alguna vez lo tuvo claramente, ya es cosa del pasado, pero la soledad la amenaza en un horizonte no muy lejano.
En ese contexto, la juez se embarca en un crucero por el Nilo con su amiga Julia, una arquitecto de su edad, también sola, a quien han invitado. El grupo es heterogéneo y los invitados son, sobre todo, personas a las que el anfitrión trata de relacionar para que cierren negocios. Entre los asistentes está Carmen Montesquinza, una mujer de gran fortuna, que viaja acompañada de un exesposo, una hija, algunos cuñados, una secretaria y el abogado de la familia. Todo discurre por los cauces habituales de estos viajes hasta que Carmen desaparece sin dejar huella. No está en el barco, nadie la ha visto bajarse, pero no aparece. Entonces, Mariana empieza a investigar en ese paisaje tan alejado del verde del Cantábrico en el que se han desenvuelto sus anteriores casos. Y pronto descubrirá que tras la apariencia anodina de muchas personas se esconden ambiciones y mentiras.
Muerte en primera clase es una novela tan fácil de leer como cualquier relato policial, pero escrita con la finura y el buen pulso de uno de los escritores más literarios del panorama español desde hace varias décadas.
(Publicado en elcorreo.com)