No se ha hablado de otra cosa en la Feria del Libro de Madrid (con fuertes caídas de ventas) y en menor medida en la de Bilbao, pero también. Lo ha dicho el tenor Juan Diego Flórez en la presentación de la última ópera de la temporada en Gran Canarias. La cultura está sufriendo muchos recortes en todo el mundo occidental y en especial en países como España. Eso tiene consecuencias en niveles muy diferentes y desde luego ninguna buena.
Lo primero es que muchos artistas se están quedando sin conciertos o sin espectáculos. Y los más relevantes han debido bajar sus cachés. Quizá esto sea lo menos importante, porque sus cachés siguen siendo altos. Pero para otros muchos es dramático.
Es cierto lo que están diciendo algunos agentes: que este puede ser el momento de los artistas jóvenes, porque como sus cachés son bastante más bajos es más fácil disponer de recursos para contratarlos. Pero eso exige también educar al público, porque hay algunos aficionados que solo atienden al reclamo de los grandes nombres. Es decir, que se pueden seguir organizando funciones de teatro, conciertos, óperas o ballet con artistas jóvenes menos conocidos, pero quizá sin conseguir las taquillas que los grandes logran. Es decir, menos gasto pero también menos ingresos por venta de entradas.
Y eso para los espectáculos y productos culturales que se pagan. Donde no es así, donde la casi totalidad de los recursos (o, directamente, todos ellos) proceden de presupuestos públicos, todo es mucho más duro. En las bibliotecas, se ven menos novedades que nunca; las universidades y los centros culturales en general organizan menos conferencias no tanto porque los conferenciantes cobren mucho como porque los viajes son caros. Y cuando alguien quiere publicar un libro que no tenga vocación de best seller, además de escribirlo tiene que buscarse un patrocinador que ayude a pagar los gastos de la edición, porque se supone que las ventas no darán para amortizar la inversión. Tiempos muy duros.