Hay una idea que circula por las redes sociales y que muchos repiten como un mantra: los medios de comunicación convencionales no hacen periodismo y es más fácil encontrar la verdad en lo que algunos cuentan en la red que en las páginas, pantallas, frecuencias o ediciones digitales de esas cabeceras de toda la vida. La objetividad -sería mejor decir la honradez- ha huido de las redacciones y solo los románticos que cuentan las cosas en Internet por amor al arte dicen las cosas tal y como suceden. Lo que también explica la desafección de muchos lectores/receptores respecto de esos medios convencionales.
Más o menos, el mensaje es ese. Y suele venir seguido de una profecía: los grandes medios (y los medianos, y muchos de los pequeños) desaparecerán, arrastrando consigo a miles de profesionales que realizan su trabajo de forma rutinaria, dirigidos por esos poderes que ustedes saben, dejando su lugar a jóvenes independientes y sabios que, trabajando por libre, podrán informar al mundo de cuanto sucede en todos los ámbitos.
Pues niego la mayor. No sé lo que sucederá en el futuro porque no soy adivino ni tengo la osadía de hacer vaticinios aunque sé que nadie me exigirá responsabilidades por ello si me equivoco. Eso ya lo hacen otros. Así que no hablaré del futuro. Hablaré de lo que pasa hoy mismo.
Partiendo de la base de que el periodismo ha vivido épocas mejores, creo que es preciso defender el trabajo de tantos compañeros, miles de compañeros, que hacen cada día su tarea de la forma mejor que saben o pueden. Corriendo de acá para allá o colgados todo el día del teléfono para obtener y confirmar datos. Escribiendo a la carrera y sin embargo tratando de mantener un nivel razonable de calidad en cuanto hacen. Enfadándose con unas fuentes que cada vez toleran menos que el periodista piense por su cuenta. Asistiendo a conferencias de prensa viciadas por la presencia de falsos reporteros de programas de humor que a veces logran imágenes divertidas para sus cadenas pero al precio de convertir el acto en inservible para los informadores. Compañeros que trabajan con jornadas interminables (continuadas tantas veces en casa preparando documentación, repasando papeles, transcribiendo una grabación…) y con salarios frecuentemente muy bajos.
Esos compañeros tienen que soportar que les digan que hay gente en la red contando las cosas mejor que ellos. ¿Dónde están? ¿Con quién hablan? ¿Qué documentación manejan? ¿En qué guerra están como corresponsales? ¿En qué conflicto se hacen presentes para contarlo? ¿Estuvieron en Haití hace un año, o hace unas semanas, con motivo del primer aniversario del terremoto? ¿Han salido corriendo a Egipto a contar qué pasa estos días? ¿Han hablado con el Ministerio de Cultura, los internautas, los productores de cine, las editoriales, los músicos y demás para hacer reportajes extensos contando qué pasa realmente con la ley Sinde? ¿Circulan todos los días por los pasillos del Congreso tratando de conseguir un dato, un papel, una información exclusiva?
No amigos. Muchos de quienes hablan de la calidad superior de lo que se dice en la red en webs alternativas frente a los medios convencionales hablan de opinión y no de información. La información la obtienen en la gran mayoría de los casos en los medios y luego dicen lo que quieren al respecto. Por supuesto que hoy la opinión es más rica porque hay muchas más vías para expresarla. Pero, ojo, el periodismo sigue estando en su mayor parte en las marcas de siempre. También en los nuevos medios, claro, pero los convencionales no han arrojado la toalla. Eso lo saben bien los estudiantes de Periodismo. Hagan una encuesta: pregúntenles si quieren trabajar en una cadena de TV, una radio, un periódico (papel o digital), una agencia… o prefieren montárselo por libre. Y no se trata solo del riesgo económico y profesional. Ellos saben que terminarán de aprender su oficio mucho mejor junto a buenos profesionales que les ayuden, les corrijan y les saquen de apuros los días difíciles. Hagan otra encuesta: pregunten a quienes seleccionan personal si dan el mismo valor a tener experiencia en un medio que a disponer de un blog en Internet, por ejemplo.
Y una última maldad: ¿qué sucedería si un día los medios digamos profesionales (radio, TV, agencias, periódicos, diarios digitales) dejaran de trabajar? ¿Podrían los amateurs por sí mismos tener informada a la población de todo cuanto pasa en su barrio y en el mundo?
Por favor, que nadie entienda que creo que vivimos en el mejor de los mundos posibles (periodísticamente hablando, del resto no hablo, pero tampoco). No lo creo. Pero estoy cansado de oír que el buen periodismo ya no se hace en los medios sino fuera de ellos. Eso, sencillamente, no es cierto.