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César Coca

Divergencias

Historia de un jugador (Magialdia)

La semana que viene empieza en Vitoria uno de los eventos más importantes de la magia de Europa. El Magialdia es un certamen con un toque especial, único e irrepetible. Los magos actúan en la calle, se mezclan con la gente, están en los bares, en los escaparates de los tiendas. Aunque parezca una frase de anuncio de coches, la magia está en la calle. Ascanio, un mago español que llevó este arte a unos niveles inalcanzables, decía que el objetivo de un juego es que los espectadores sientan sobre ellos “el aleteo del misterio”. Les parecerá barro. No se lo pueden perder.

Como aperitivo, les pongo este vídeo de Sylvester the Jester , quien actuará en Vitoria el día 18. Para los que han crecido con los dibujos de Tex Avery, este artista será capaz de devolverles un par de décadas de vida. Estamos hablando de alguien capaz de transformarse en un dibujo animado. Si alguna vez han querido conocer a Jessica Rabbit, esta es la oportunidad de empezar a preguntar por ella.

Pero también les pongo este otro vídeo de René Lavand , mi mago favorito. El no estará en Vitoria -actuó en otros certámenes- pero no importa.

Esas imágenes encierran una historia secreta, un hilo de oro que recorre la historia de la magia. Se la resumiré. A principios de siglo, un joven canadiense consigue un título imposible de alcanzar: “El mago que engaño a Houdini”. Se llamaba Dai Vernon y desde niño era un genio de la baraja. Mientras los prestidigitadores norteamericanos soñaban convertir un Cadillac en un dinosaurio, Vernon pensaba en la auténtica magia era que el espectador que tenía entre sus manos un póker de ases viese como, en un parpadero, los naipes se convertían en una escalera real. Engañó a Houdini. Y luego viajó por todo Estados Unidos buscando a maestros que le perfeccionasen en el arte de las cartas. Recorrió miles de kilómetros en pos de tahures y jugadores de ventaja, los auténticos expertos. Visitó timbas, partidas en los patios traseros de garajes perdidos, habitaciones mugrientas de hoteles en las que se perdían millones de dólares, vio trampas imposibles en salones de la alta sociedad. Conoció asesinos, millonarios, mujeres fatales y perdedores suicidas. En un pueblo le llegaron a permitir una cita con un jugador de ventaja que había asesinado a un apostador al ser descubierto con sus ardides e iba a ser ahorcado al amanecer. En la hora póstuma, Vernon habló con él para que le enseñase sus trucos.

Uno de los juegos que creó en esos años fue los ases del manco, una historia espectacular de jugador de ventaja de Tijuana (cuando aún se llamaba Tía Juana). No se la contaré pero es un momento genial sobre un hombre sin la mano derecha que tiene amaestrada la baraja.

Saltemos en el tiempo. En Argentina, muchos años más tarde, un coche atropella a un niño y le arranca el brazo derecho. El joven, que vive en un barrio pobre, no se rinde, la pérdida no será fatal. Sus amigos de la calle ahora le ignoran y él ve con envidia como van a cazar pájaros con tirachinas. Durante meses y meses aprende a manejar el arma con la mano izquierda hasta que consigue cazar un gorrión. Se lo lleva a su padre, quien llora de alegría al ver lo que ha conseguido su hijo. Quizás no sea un inútil.

Con el tiempo René Lavand se convierte en un mago increíble utilizando sólo su mano izquierda, su voz y sus historias. En sus espectáculos cita a Borges y a cantantes de tango. El también conoce a tahures y jugadores de ventaja. Actúa en Las Vegas. Y entonces comienza a representar la historia de los ases del manco. Estaba escrita para él. Era su vida. Ahí la tienen.

Si visitan el Magialdia, sentirán que a su alrededor flotan historias mejores incluso que ésta.