I had a vision, dijo Martin Luther King. Y aquello debió de sonar muy bien, urbi et orbe, porque desde entonces han salido más visionarios que champiñones. Visionario es aquel que dice tener la fórmula del futuro, cuando el futuro suele tirar por lo impredecible. Y al visionario le caracteriza la mala suerte, el demasiado arrojo o la simple falta de conocimiento, porque no suele dar una.
Son la versión moderna de los vendedores de crecepelo.
Saben que libro en papel morirá y que la Red lo será todo. Es más, lo sabían ya hace muchos años, sólo que la tosca realidad se empeña en no darles la razón.
Saben lo que pasará con los periódicos, pero nadie en su sano juicio se atrevería a meter dinero en sus sabias anticipaciones.
Son tirando a pesados. Y bastante charlatanes. Y a veces arrogantes. Qué le vamos a hacer.
¿Tuvo Krens su punto visionario? Sin duda. Sólo que la visión de éste, para variar, tenía su importancia, gustara o no tanto. A nosotros, a los de Bilbao, nos dio la vida, porque el Guggenheim lo cambió todo. Claro que la visión no la tuvo sólo él, sino también otros. Cómo no acordarse de Laskurain o de Arregi. De hecho, sólo le salió Bilbao. Por algo será.
¿Tuvo efectos secundarios? Algunos. Creo que sinceramente que impuso una noción de museo demasiado mercantilista y ahí no supimos pararle.
Ahora se va de su puesto en la fundacióny contratan para reemplazarle a un historiador del arte con muy finas credenciales en este campo. Es como si pensaran que lo de Krens tuvo su tiempo y que ahora hay que volver a otras visiones, más centradas en lo artístico que en expansiones.