
He hecho un cálculo. Kim Il Sung vivió 82 años. Vamos a suponer que, genial como era, escribiera desde la más tierna infancia. ¿Desde los diez años? Aceptémoslo. Y así hasta el mismo día de su muerte. Si Mozart lo hizo, ¿por qué él no iba a lograrlo? Pues bien, eso es más o menos 26.000 días. Así que el bueno de Kim Il Sung escribió sin descanso un libro cada día y medio. Por supuesto, sin abandonar ni un instante la ardua tarea de gobernar.
La conclusión es evidente. César Vidal, que con sus veinte libros al año creía ser el más prolífico escritor de todos los tiempos, no le llega ni a las suelas de los zapatos. En el mismo tiempo que el más largo prologuista de informativo alguno que han producido las ondas escribe un libro, Kim Il Sung daba por acabados diez. Si el régimen norcoreano ha conseguido que sus súbditos se lo crean, me quito el sombrero (metafóricamente hablando) ante su capacidad de convicción. Aunque no sé si los norcoreanos deben admirar más a Kim Il Sung, con sus 18.000 volúmenes, o a su hijo, que se los ha leído todos.