En este país, en cuanto
uno cumple más de 35 años, no digamos ya 40, se queda fuera del circuito rockero,
como si fuera un desecho, una basurilla despreciable al que no merece la pena prestar atención. La consecuencia es nefasta:
el rock o el pop se atranca en el fenómeno adolescente o en la juventud a la que todavía no se le ha ido el acné.
No sucede lo mismo en Norteamérica
o en el Reino Unido, o en Francia, de modo que allí los chavales hablan
con toda naturalidad de lo que oyen en casa, con sus padres,
grupos o solistas que ya peinan canas y pasan los 60 años, los famosos dinosaurios, sólo recordados si sacan alguna recopilación de éxitos con alguna gira promocional de por medio.

Hagamos un
repasillo a las últimas novedades de los puretas, más o menos publicitadas. Están los
Rolling Stones,
cuyo último disco, ‘A Bigger Bang’, es mejor que los inmediatamente
anteriores, aunque repite la fórmula hasta la saciedad y suena a ya
oído. Está también lo último de
Neil Young, ‘Prairie Wind’, con
momentos perfectamente prescindibles, y otros que alcanzan la
genialidad esperable en un genio como él. Por último, ha vuelto
John Cale, el mítico de la Velvet Underground, con ‘Black Acetate’, un disco diverso en estilos pero in socavones.
Una joya. ¿Habrá alguien que se lo diga a los chavales?
