La gamba roja es uno de los grandes tesoros de la costa mediterránea y atlántica. Es de un color rosa pálido, que se vuelve violeta en la zona gástrica. A diferencia de la gamba blanca, que transporta sus huevos en la parte de la cola, la roja los lleva en la cabeza, que resulta así más dulce y sabrosa. Es un producto frágil y muy perecedero. Si no se consume rápidamente, se degrada con facilidad. Pero recién cogida y cocida, es puro deleite.
Como algunos otros crustáceos, la gamba nace macho y se transforma en hembra a los dos o tres años. Alcanza grandes dimensiones, y llega a medir 22 centímetros de longitud. Su cabeza equivale en tamaño a la mitad del cuerpo, tiene antenas grandes y posee pinzas en sus tres primeros pares de patas. Bajo el agua da la sensación de ser transparente, aunque en la superficie se aprecia perfectamente el tono rojizo que le da el nombre. La encontramos en todo el litoral mediterráneo y balear, y su precio varía en función del calibre y la temporada.