Orhan Pamuk es el autor de una de las historias de amor más bellas y mejor contadas de la literatura contemporánea. Se trata de El museo de la inocencia. Años antes, en Nieve, había narrado los rescoldos de otra pasión vivida tiempo atrás por los dos protagonistas de la novela. En ambos casos, el fondo era la compleja realidad de Turquía, con el choque casi permanente entre las fuerzas sociales a favor de una occidentalización de las costumbres y las que quieren mantener a toda costa un estilo de vida tradicional.
Algo de eso se encuentra también en La mujer del pelo rojo. El argumento es simple: siendo adolescente, el narrador conoció a una actriz de teatro en un pueblo en el que trabajaba con un pocero que, ante la ausencia de un padre -encarcelado por su militancia izquierdista y luego alejado del hogar por decisión propia-, termina por encarnar de alguna forma la autoridad paterna. Con la mujer, que le dobla la edad, tuvo una efímera relación que marcó su vida.
A partir de ahí, Pamuk reflexiona sobre las siempre complejas relaciones entre padres e hijos, plasmada en dos relatos fundacionales tanto en la literatura clásica europea como en la turca. Básicamente es la misma historia pero con finales diferentes. En la europea (la de Edipo) es el hijo quien mata a su padre sin saber que es él. En la turca es el padre quien, sin pretenderlo, mata al hijo.
La novela discurre con la lentitud habitual en los libros de Pamuk, en los que la acción no está tanto en lo que sucede como en lo que piensan los personajes. Y la historia está contada con ese estilo aparentemente sencillo pero capaz de sugerir tanto. La mujer del pelo rojo es un libro de dimensión mucho más breve que las últimas novelas del Nobel turco, pero absolutamente identificable por sus lectores.
(Publicado en elcorreo.com)