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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: Sarabande de la Sonata para violín op. 5 Nº 7 de Corelli

Hasta finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, la Iglesia tuvo un papel esencial en el desarrollo de la música, no en vano era el primer patrón de los compositores. En efecto, hasta el clasicismo quienes pedían obras a los autores eran básicamente los miembros de la aristocracia y el clero. Por eso es raro el músico que durante una larga etapa no escribió algunas piezas para una catedral, un convento o una diócesis. No solo sucedió con la música, claro. La Iglesia fue también el primer comprador de cuadros, esculturas y planos arquitectónicos. Y, en honor a la verdad, hay que reconocer que muchos de los obispos, cardenales y papas a los largo de los siglos tuvieron un gusto exquisito, contratando a los mejores. Tenían recursos económicos para ello, y además tenían sensibilidad artística.

Entre los altos cargos de la Iglesia que destacaron en esta tarea figura en lugar preferente Pietro Ottoboni. Para él trabajaron compositores como Scarlatti y Haendel. Y como Corelli, que fue probablemente con quien tuvo una relación mayor. Tanto es así que fue quien logró que, tras el fallecimiento del compositor, sus restos fueran enterrados en el Panteón de Roma. Pues bien, Corelli es la propuesta de este fin de semana. Ese compositor que tuvo un gran éxito en vida (llegó a ser protegido de la reina Cristina de Suecia) hasta el punto de que su obra influyó no poco en la de Bach y Haendel.

La obra elegida es la Sarabande de su Sonata para violín op. 5 Nº 7.  Disfruten.