Manuel Vicent ha vuelto al Mediterráneo. A la luz de sus veranos, el brusco cambio de las condiciones de la mar, la suciedad acumulada de décadas de dejadez, las pateras en las que se aproximan desheredados y perseguidos, la belleza deslumbrante de los atardeceres. En ese escenario navegan en sus veleros unos cuantos empresarios, políticos con dudoso sentido de la dignidad y profesionales, cuyas fortunas han crecido al calor de la corrupción. Con ellos van también unas jóvenes que parecen cortadas por el mismo patrón: todas son guapas y saben a lo que han ido.
La novela comienza cuando una de esas chicas, una actriz en busca de la gran oportunidad, se da cuenta de que el adinerado empresario con el que está haciendo el amor en un hotel antes de embarcarse ha sufrido un infarto y acaba de morir. Ella se había dejado atar de pies y manos a la cama y el hombre ha quedado sobre ella, impidiéndole todo movimiento.
A partir de ahí, Vicent desarrolla un relato coral en el que el lector asiste a lo que sucede en los distintos barcos que participan en una regata sin afán competitivo. Y lo que encuentra es un exministro perseguido por la ley, un aspirante a escritor, un matrimonio con dos hijas que protagonizan la aventura de sus vidas cuando encuentran en una patera a la deriva a unos inmigrantes a los que apenas se acercarán para ofrecerles agua y algo de comer… El escritor castellonense mezcla lo bello y lo zafio como nadie, hasta conseguir un excelente retrato de nuestro tiempo.
(Publicado en elcorreo.com)