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César Coca

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Un libro cada semana: 'No me toques' de Andrea Camilleri

El caso de Andrea Camilleri se estudiará muy probablemente en las facultades de Letras. Superados los 90 años, con serios problemas de vista y sin una necesidad especial de dinero, sigue escribiendo. Y no solo amplía la serie del comisario Montalbano, en la que podría pensarse que ya trabaja con el piloto automático, sino que se adentra en nuevas historias y las cuenta usando fórmulas narrativas diferentes a las tradicionales. Es decir, que a su manera experimenta como lo hacen otros con medio siglo menos.

En No me toques (el título es una traducción del Noli me tangere de tanta tradición en el mundo del arte y la creación), publicada en Italia el pasado año, narra la desaparición de una mujer inteligente, culta, apasionada por la historia del arte, bella, escritora en ciernes y casada con un celebrado novelista mucho mayor que ella, que la adora. Nada parece indicar que se trate de un secuestro pero nadie sabe tampoco adónde puede haberse dirigido.

La novela es la reconstrucción de la búsqueda de la mujer desde el momento en que el marido, inquieto por su ausencia, llama a la Policía. A partir de ahí, un relato no del todo lineal, que en parte, solo en parte, semeja la estructura de una novela policial. La característica especial de esta novela breve (185 páginas en letra generosa) es que la casi totalidad de los capítulos se compone exclusivamente de diálogos entre los diferentes personajes. Diálogos –muchos de ellos, telefónicos– en los que no se presenta a nadie, ni se explica el contexto o el escenario. Es solo el intercambio de frases de unos y otros, y la acción y los motivos de la mujer para desaparecer se desprenden de esas palabras.

A través de los diálogos el lector comprende también la personalidad de la desaparecida. Sabe de sus amantes antiguos y no tan antiguos. De un problema histórico-artístico que la tiene obsesionada, de los aspectos más enigmáticos de su pasado y de algunos secretos que salen a la luz cuando se difunde la noticia de su desaparición. Todo ello, con un ritmo muy rápido porque Camilleri desnuda la acción de tal manera que nada que no sea esencial figura en esos diálogos. Un sorprendente ejercicio narrativo a cargo de un venerable anciano que aún tiene ganas de sorprender a sus lectores.

(Publicado en elcorreo.com)