Ferdinand von Schirach tenía una larga experiencia como abogado penalista cuando debutó en la literatura. Tras dos volúmenes de relatos llegó su primera novela y ahora ve la luz la segunda: Tabú. Se trata de una novela aparentemente sencilla por las características del estilo con el que está escrita pero bastante más compleja si nos adentramos más allá de la forma.
Porque Tabú puede ser leída como una novela policial, como el relato de la dificultad de distinguir entre realidad y ficción, como un debate sobre la distancia entre verdad y justicia, o como la narración de lo que sucede en la cabeza de un artista y sus indagaciones sobre la esencia del arte. Es cada una de esas cosas, pero también la suma de todas ellas.
Explicar el argumento sin desvelar demasiadas claves no es sencillo. El texto comienza contando los años de infancia y adolescencia de Sebastian, descendiente de una familia aristocrática cuyos oropeles quedan ya muy lejos. Su singular percepción del color y los juegos que con él pueden hacerse lo llevará convertirse en fotógrafo y pronto conseguirá un notable éxito en galerías europeas. Pero todo se viene abajo cuando un día es acusado del asesinato de una joven que ha desaparecido. Y entonces entrará en acción un veterano abogado que deberá formar parte de un juego que no es el habitual en las salas de vistas, porque la persona a la que defiende no es precisamente un asesino convencional.
Novela que sugiere más de lo que cuenta, Tabú puede decepcionar a quien busca un relato policial, y en cambio gustará a quienes piden a los libros algo más que un juego de pistas verdaderas y falsas.
(Publicado en elcorreo.com)