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César Coca

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Crucificar a Vargas Llosa

La pasada semana estuve en Madrid para hacer un par de entrevistas. Comí a la carrera, en uno de esos restaurantes de una conocida franquicia en los que las mesas están muy próximas y es casi inevitable escuchar lo que dicen los de al lado, sobre todo si, como es el caso, hablan con un tono de voz bastante elevado. Y los de al lado eran una pareja de edad media con todo el aspecto de ser compañeros de trabajo. El tema me interesaba y no era personal, así que cometí la indelicadeza de prestar algo de atención. Les resumo: hablaban de la presentación de la última novela de Vargas Llosa, que había tenido lugar poco antes, y a partir de ahí la conversación se deslizó hacia la presencia del escritor hispanoperuano en las revistas del corazón por su relación con Isabel Preysler. Pero lo que de verdad me interesó era la tajante opinión del varón: él sabía donde se metía, como en su momento le sucedió a Miguel Boyer, que también perdió el prestigio que tenía como economista cuando se lió con esa señora, vino a decir. Y concluyó: lo mismo le pasa a Vargas Llosa. Que se olvide de su fama de escritor, y que tenga en cuenta que lo van a crucificar, con este libro y con los que escriba después. La mujer puso alguna pega, habló de las buenas novelas que ha escrito el premio Nobel, pero luego terminó por asentir, sobre todo en lo referido a que lo «van a crucificar».

Qué quieren que les diga: por equivocado que me parezca, la combinación de la faceta digamos política de Vargas Llosa y su relación sentimental con una de las reinas del papel couché puede terminar por tapar al escritor. Se está viendo con las críticas. Estoy seguro de que algunas serían distintas –menos displicentes, menos vengativas– si la novela se hubiese publicado antes de la ruptura matrimonial. Y no tengo ninguna duda de que los comentarios en la versión digital de algunas de esas críticas –ese lugar en el que el anonimato saca lo peor de cada uno– serían diferentes. He leído cosas tan elevadas intelectualmente como «no leeré nada de lo que escribe ese fascista que se acuesta con una fulana». Opiniones así revelan que su autor no puede presumir precisamente de un fino criterio literario.
Una obra literaria no es mejor ni peor por la ideología de su autor ni por la elección que haya hecho respecto de la persona con la que compartir su vida o su lecho. Solo quienes no pueden con la envidia o tienen tanta bilis acumulada que les desborda relacionan una cosa y otra. En el fondo, juzgar a un creador por aspectos que nada tienen que ver con su trabajo como tal es tan solo un síntoma de falta de cultura. Y esto, desgraciadamente, está pasando también con algún que otro crítico.