Vargas Llosa reúne en esta novela tres de sus temas favoritos, en la literatura de ficción y en la de no ficción. Por un lado, el periodismo. Periodista es el protagonista de Conversación en la Catedral, una de sus mejores novelas, aquel Zabalita en el que muchos creyeron ver un alter ego del autor. Por otro, el erotismo: en Elogio de la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto, había construido situaciones de alta intensidad sexual resueltas con refinamiento. Por último, la política de su país, en especial durante el mandato de Alberto Fujimori –que le arrebató la presidencia a la que parecía encaminado– que entre otras tropelías se hizo famoso por utilizar a ciertos medios de comunicación sensacionalistas para destruir mediante fotografías y chismes la fama de quienes podían hacerle frente en lo político.
En esta novela, que se titula como una zona popular de Lima en la que transcurren algunas escenas, uno de los protagonistas es un empresario que un día se ve en el centro de una extorsión cuando el director de una de esas revistas especializadas en destruir famas le lleva unas fotografías muy comprometedoras. El empresario decide hacer frente a la extorsión y entonces su mundo se viene abajo. Pero a su alrededor hay otras personas sometidas a cambios muy radicales: por ejemplo, su esposa, que de forma completamente inesperada comienza una relación erótica con su amiga de toda la vida. Como quiera que las dos amigas están casadas con dos amigos entrañables desde la infancia, el redescubrimiento sexual de las mujeres terminar por tener implicaciones de todo tipo respecto de sus parejas. Y en medio de todo ello, un periodista que aspira a ser un héroe por la libertad mientras chapotea en el estiércol, un gobierno al que no hay ley ni garantía que lo detenga y un anciano al que ese periodista arruinó la vida y que sueña cada día con la venganza.
Vargas Llosa construye una novela que se lee de un tirón y, aunque puede no alcanzar la ambición de Conversación en la Catedral, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo, es una prueba más de su enorme talento como narrador. No es fácil meter tantos elementos en un libro no demasiado extenso, con numerosos personajes, tramas y subtramas y que todo encaje a la perfección.
(Publicado en elcorreo.com)